Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...
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saltaba como pájaro a mi lado, manteniéndose a la par. Cuando llegué a la casa <strong>de</strong> Blas, me estaba cortando<br />
el camino y casi nos tocábamos.<br />
Salté una zanjita seca frente a la casa y entré, casi <strong>de</strong>rribando la frágil puerta.<br />
Blas ya se encontraba en la casa y mi historia no pareció preocuparlo.<br />
-Te jugaron una buena -dijo, tranquilizándome-. A <strong>los</strong> indios les encanta chingar a <strong>los</strong> yoris.<br />
La experiencia me había espantado tanto que al día siguiente fui a casa <strong>de</strong> don Juan en vez <strong>de</strong> volver a<br />
la mía como había planeado.<br />
Don Juan regresó al atar<strong>de</strong>cer. Sin darle tiempo a <strong>de</strong>cir nada, barboté la historia completa, incluyendo<br />
el comentario <strong>de</strong> Blas. La cara <strong>de</strong> don Juan se ensombreció. Acaso fue sólo mi imaginación, pero pensé que<br />
estaba preocupado.<br />
-No te fíes mucho <strong>de</strong> lo que Blas te dijo -aconsejó en tono serio-. No sabe nada <strong>de</strong> las luchas entre<br />
brujos.<br />
"Debías haber sabido que era algo serio en el momento en que viste la sombra a tu izquierda. Pero no<br />
<strong>de</strong>biste correr.<br />
-¿Y qué <strong>de</strong>bería haber hecho? ¿Quedarme allí <strong>para</strong>do?<br />
-Correcto. Cuando un guerrero se encuentra con su adversario, y el adversario no es un ser humano<br />
ordinario, tiene que plantarse. Eso es lo único que lo hace invulnerable.<br />
-¿Qué dice usted, don Juan?<br />
-Digo que has tenido tu tercer encuentro con el adversario que vale la pena. Te anda siguiendo, esperando<br />
que tengas un momento <strong>de</strong> <strong>de</strong>bilidad. Esta vez casi te atrapa.<br />
Sentí un brote <strong>de</strong> angustia y lo acusé <strong>de</strong> ponerme riesgos innecesarios. Me quejé <strong>de</strong> que estaba jugando<br />
conmigo un juego cruel.<br />
-Sería cruel si esto le hubiera pasado a un hombre común y corriente -dijo-. Pero uno <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> ser común<br />
en el instante en que empieza a vivir cono guerrero. A<strong>de</strong>más, no te busqué un adversario que vale la pena<br />
porque quiera jugar contigo, o fastidiarte, o enojarte. Un adversario digno podría servirte <strong>de</strong> acicate; bajo la<br />
influencia <strong>de</strong> una oponente como la Catalina, tal vez tengas que echar mano <strong>de</strong> todo cuanto te he<br />
enseñado. No te queda otra alternativa.<br />
Guardamos silencio un rato. Sus palabras me habían provocado una tremenda aprensión.<br />
Luego me pidió imitar lo mejor posible el grito que oí <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir: "Buenas noches."<br />
Intenté reproducir el sonido y lancé un aullido extraño que me asustó. A don Juan <strong>de</strong>be haberle<br />
parecido chistosa mi interpretación; rió casi incontrolablemente.<br />
Después me hizo reconstruir la secuencia total: la distancia que corrí, la distancia a que la mujer estaba<br />
cuando la encontré y a qué distancia cuando llegué a la casa, y el sitio en que empezó a saltar.<br />
-Ninguna india gorda podría brincar así -dijo <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> sopesar todas aquellas variables-. Ni siquiera<br />
podría correr tanto.<br />
Me hizo saltar. No pu<strong>de</strong> cubrir más <strong>de</strong> un metro veinte en cada brinco, y si mi percepción era correcta,<br />
<strong>los</strong> saltos <strong>de</strong> la mujer habían sido cuando menos <strong>de</strong> tres metros.<br />
-Bueno, has <strong>de</strong> saber que <strong>de</strong> ahora en a<strong>de</strong>lante <strong>de</strong>bes estar siempre alerta -dijo don Juan con gran<br />
urgencia-. Esa mujer va a tratar <strong>de</strong> tocarte el hombro izquierdo en un momento <strong>de</strong> <strong>de</strong>scuido y <strong>de</strong>bilidad.<br />
-¿Qué <strong>de</strong>bo hacer? -pregunté.<br />
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-No tiene caso quejarse -dijo él-. De ahora en a<strong>de</strong>lante, lo que importa es la estrategia <strong>de</strong> tu vida.<br />
Yo no podía concentrarme en lo que <strong>de</strong>cía. Tomaba notas en forma automática. Tras un largo silencio<br />
me preguntó si tenía yo algún dolor en la nuca o <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las orejas. Repuse que no, y él me dijo que, si<br />
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