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Viaje a Ixtlán - los mejores libros de espiritualidad para leer y ...

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El único comentario <strong>de</strong> don Juan fue:<br />

-Ni modo.<br />

No quise preguntar <strong>de</strong> inmediato cuáles eran las verda<strong>de</strong>ras implicaciones <strong>de</strong> mi fracaso, pero conociendo<br />

a don Juan sabía con certeza que él <strong>de</strong>bía seguir el dictado <strong>de</strong> sus señales. Y esa mañana no había<br />

habido señal. Se disipó el dolor <strong>de</strong> mis pantorrillas y sentí una oleada <strong>de</strong> bienestar. Me puse a trotar <strong>para</strong><br />

soltar mis múscu<strong>los</strong>. En voz muy suave, don Juan me dijo que corriera a un cerro adyacente y cortara<br />

algunas hojas <strong>de</strong> un arbusto específico <strong>para</strong> frotarme las piernas y aliviar el dolor muscular.<br />

Des<strong>de</strong> don<strong>de</strong> me hallaba, pu<strong>de</strong> ver claramente un gran arbusto, ver<strong>de</strong> vivo. Las hojas parecían muy<br />

húmedas. Las había usado antes. Nunca sentí que me hubiesen ayudado, pero don Juan siempre afirmaba<br />

que el efecto <strong>de</strong> las plantas verda<strong>de</strong>ramente amistosas era tan sutil que casi no se notaba, pero que<br />

siempre producían <strong>los</strong> resultados <strong>de</strong>bidos.<br />

Corriendo, bajé el cerro y subí el otro. Al llegar a la cima me di cuenta <strong>de</strong> que el esfuerzo casi había sido<br />

<strong>de</strong>masiado <strong>para</strong> mí. Tuve dificulta<strong>de</strong>s <strong>para</strong> recuperar el aliento, y mi estómago se revolvía. Me acuclillé y<br />

luego me agazapé un momento hasta sentirme relajado. Luego me incorporé y estiré la mano <strong>para</strong> cortar<br />

las hojas indicadas. Pero no hallé el arbusto. Miré en torno. Estaba seguro <strong>de</strong> hallarme en el sitio correcto,<br />

pero en esa zona <strong>de</strong>l cerro no había nada que se pareciera ni remotamente a esa planta particular. Sin<br />

embargo, ése tenía que ser el sitio don<strong>de</strong> la vi. Cualquier otro quedaría fuera <strong>de</strong>l campo <strong>de</strong> quienquiera que<br />

mirase <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el lugar don<strong>de</strong> don Juan estaba <strong>para</strong>do.<br />

Abandoné la búsqueda y volví al otro cerro. Don Juan sonrió con benevolencia cuando expliqué mi<br />

equivocación.<br />

-¿Por qué dices que fue una equivocación? -preguntó.<br />

-Por lo visto el arbusto no está allí -dije.<br />

-Pero tú lo viste, ¿o no?<br />

-Creí verlo.<br />

-¿Qué ves ahora en su lugar?<br />

-Nada.<br />

No había absolutamente ninguna vegetación en el lugar don<strong>de</strong> antes me pareció ver la planta. Intenté<br />

atribuir lo que había visto a una distorsión visual, una especie <strong>de</strong> espejismo. Yo me hallaba realmente<br />

exhausto, y a causa <strong>de</strong> ello pu<strong>de</strong> fácilmente creer que veía algo que esperaba ver allí, pero que no estaba.<br />

Don Juan chasqueó suavemente la lengua y se me quedó viendo un breve instante.<br />

-Yo no veo ninguna equivocación -dijo-. La planta está allí arriba <strong>de</strong> ese cerro.<br />

Fue mi turno <strong>de</strong> reír. Escudriñé cuidadosamente toda el área. No había plantas <strong>de</strong> ésas a la vista y lo<br />

que yo había experimentado era, hasta don<strong>de</strong> mi conocimiento llegaba, una alucinación.<br />

Con mucha calma, don Juan empezó a bajar la la<strong>de</strong>ra y me hizo seña <strong>de</strong> seguirlo. Subimos juntos al otro<br />

cerro y nos <strong>para</strong>mos en el mero sitio don<strong>de</strong> creí ver el arbusto.<br />

Chasquee la lengua con la absoluta certeza <strong>de</strong> estar en lo cierto. Don Juan me imitó.<br />

-Ve al otro lado <strong>de</strong>l cerro -dijo-. Allí encontrarás la planta.<br />

Hice notar que el otro lado <strong>de</strong>l cerro había estado fuera <strong>de</strong> mi campo <strong>de</strong> visión; tal vez hubiera allí una<br />

planta, pero eso no significaba nada.<br />

Don Juan hizo un movimiento <strong>de</strong> cabeza <strong>para</strong> indicar que lo siguiera. Ro<strong>de</strong>ó la cumbre <strong>de</strong>l cerro en vez<br />

<strong>de</strong> atravesarla directamente, y con dramatismo se <strong>de</strong>tuvo junto a un arbusto ver<strong>de</strong>, sin mirarlo.<br />

Se volvió y me miró. Fue una mirada peculiarmente penetrante.<br />

-Ha <strong>de</strong> haber cientos <strong>de</strong> esas plantas por aquí -dije.<br />

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