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Verdad y Método I

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100sentido que le damos aquí no es esto, sino únicamente cuando la referencia aun determinado original está contenida en la pretensión de sentido de la obramisma. En tal caso no está en manos de la arbitrariedad del observador elque la obra contenga o no tales momentos ocasionales. Un retrato es unretrato, y no lo es tan sólo en virtud de los que reconocen en él al retratadoni por referencia a ellos. Aunque esta relación con el original esté en la obramisma, sin embargo, sigue siendo correcto llamarla ocasional. Pues elretrato no dice por sí mismo quién es la persona a la que representa, sinoúnicamente que se trata de un determinado individuo (y no por ejemplo deun tipo). Pero quien es el representado, eso sólo se puede «reconocer»cuando uno conoce a la persona en cuestión o cuando se proporciona estainformación en alguna nota aneja. En cualquier caso existe en la imagenmisma una alusión que no está explicitada pero que es explicitable porprincipio, y que forma parte de su significado. Esta ocasionalidad perteneceal núcleo mismo del contenido significativo de la «imagen»,independientemente de que se la explicite o no.Esto se reconoce por el hecho de que un retrato siempre parece retrato(como ocurre también con la representación de una determinada persona enel marco de una composición de figuras), aunque uno no conozca alretratado. En el cuadro hay entonces algo que uno no puede resolver,justamente su ocasionalidad. Pero esto que uno no puede resolver no dejapor eso de estar ahí; más aún, está ahí de una manera absolutamenteinequívoca. Y lo mismo puede decirse de ciertos fenómenos literarios. Losepinicios de Píndaro, la comedia que siempre es crítica de su tiempo eincluso construcciones tan literarias como las odas y sátiras de Horacio, soníntegramente de naturaleza ocasional. En estas obras de arte lo ocasional seha convertido en una forma tan duradera que contribuye a soportar elsentido del conjunto aunque no se lo comprenda ni se lo pueda resolver. Lareferencia histórica real que el intérprete estaría en condiciones deproporcionar es para el poema como conjunto sólo secundario. Se limita arellenar una prescripción de sentido que estaba puesta en él.Es importante reconocer que lo que llamamos aquí ocasionalidad norepresenta en ningún caso la menor disminución de la pretensión y de launivocidad artísticas de este género de obras. Lo que se representa a lasubjetividad estética como «irrupción del tiempo en él juego» 10, y que a laera del arte vivencial le parecía una degradación del significado estético deuna obra, no es en realidad más que el reflejo subjetivo de la relaciónontológica que hemos desarrollado más arriba. Una obra de arte está tanestrechamente ligada a aquello a lo que se refiere que esto enriquece su sercomo a través de un nuevo proceso óntíco. Ser retenido en un cuadro, serinterpelado en un poema, ser objetivo de una alusión desde la escena, todoesto no son pequeños accidentes lejanos a la esencia, sino que son.representaciones de esta misma esencia. Lo que hemos dicho antes engeneral sobre la valencia óntica de la imagen afecta también a estosmomentos ocasionales. De este modo, el momento de la ocasionalidad quese encuentra en los mencionados fenómenos se nos muestra como casoespecial de una relación más general que conviene al ser de la obra de arte:experimentar la progresiva determinación de su significado desde la«ocasionalidad» del hecho de que se la represente.El ejemplo más claro lo constituyen, sin duda, las artes reproductivas, sobretodo la representación escénica y la música, que literalmente estánesperando la ocasión para poder ser, y que sólo se determinan en virtud de laocasión que encuentran.El escenario es en este sentido una instancia política particularmentedestacada, pues sólo en la representación sale a flote todo lo que había en lapieza, a lo que ésta aludía, todo cuando en ella esperaba encontrar eco.Antes de empezar nadie sabe lo que va a «venir», ni lo que de un modo uotro va a caer en vacío. Cada sesión es un acontecimiento, pero no un sucesoque se enfrente o aparezca al lado de la obra poética como cosa propia: es laobra misma la que acontece en el acontecimiento de su puesta en escena. Suesencia es ser «ocasional», de modo que la ocasión de la escenificación lahaga hablar y permita que salga lo que hay en ella. El director que monta laescenificación de una obra literaria muestra hasta qué punto sabe percibir laocasión. Pero con ello actúa bajo la dirección del autor, cuya obra es todaella una indicación escénica. Y todo esto reviste una nitidez particularmenteevidente en la obra musical: verdaderamente la partitura no es más queindicación. La distinción estética podrá medir la música ejecutada porrelación con la imagen sonora interior, leída, de la partitura misma; sinembargo no cabe duda de que oír música no es leer.En consecuencia forma parte de la esencia de la obra musical o dramáticaque su ejecución en diversas épocas y con diferentes ocasiones sea y tenga

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