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Verdad y Método I

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268A pesar de lo cual tampoco en Tomás coinciden por completo losconceptos de logos y verbum. Es verdad que la palabra no es elsuceso mismo del pronunciador, esa entrega irrecuperable del propiopensamiento a otro; sin embargo, el carácter óntico de la palabra estambién un suceder. La palabra interior queda referida a laposibilidad de exteriorizarse. El contenido objetivo tal como esconcebido por el intelecto está ordenado hacia su conversión ensonido (similitudo rei concepta in intellectu et ordtnata admanifestationem vel ad se vel ad al-terum). En consecuencia, lapalabra interior no está referida con toda seguridad a una lenguadeterminada, ni reviste el mismo carácter que las palabras que unotiene confusamente en la mente según le van llegando desde lamemoria, sino que es el contenido objetivo pensado hasta el final(forma excogítala).Y en cuanto que se trata de un pensar hasta el final es forzosoreconocer en él un momento procesual: se comporta per modumegredientis. Claro que no es manifestación sino pensar, pero lo que sealcanza en este decirse a sí mismo es la perfección del pensar. Lapalabra interior, en cuanto que expresa el pensar, reproduce al mismotiempo la finitud de nuestro entendimiento discursivo. Como nuestroentendimiento no está en condiciones de abarcar en una sola ojeadadel pensar todo lo que sabe, no tiene más remedio que producir desdesí mismo en cada caso lo que piensa, y ponerlo ante sí en una especiede propia declaración interna. En este sentido todo pensar es undecirse.Pues bien, es seguro que la filosofía del logos griego conocía tambiéneste hecho. Platón describe el pensamiento como una conversacióninterior del alma consigo misma 2R, y la infinitud del esfuerzodialéctico que se exige al filósofo es la expresión de la discursividadde nuestro entendimiento finito.Y en el fondo, por mucho que Platón exigiese el «pensar puro»,él mismo no deja de reconocer constantemente que para elpensamiento de las cosas no se puede prescindir del medio de onomay logos. Pero si la doctrina de la palabra interior no quiere decir otracosa que la discursividad del pensar y el hablar humano, ¿cómopuede entonces ser la «palabra» una analogía del proceso de laspersonas divinas de que habla la doctrina de la trinidad? ¿No seopone a ello precisamente la oposición entre intuición ydiscursividad? ¿Dónde está lo común entre uno y otro «proceso»?Es verdad que a la relación de las personas divinas entre sí no debeconvenirle temporalidad alguna. Sin embargó, la secuencialidad quecaracteriza a la discursividad del pensamiento humano tampoco es enrealidad una relación temporal. Cuando el pensamiento humano pasade una cosa a otra, piensa primero esto y luego lo otro, no se vearrastrado al mismo tiempo de lo uno a lo otro. No piensa primero louno y luego lo otro en el mero orden de secuencialidad; estosignificaría que se está trasformando constantemente. El que pienselo uno y lo otro quiere decir más bien que sabe lo que hace con ello,y esto significa que sabe vincular lo uno con lo otro. Enconsecuencia, lo que tenemos ante nosotros no es una relacióntemporal sino un proceso espiritual, una emanatio intellectuatis.Con este concepto neoplatónico, Tomás intenta describir tanto elcarácter procesual de la palabra interior como el misterio de latrinidad. De este modo se pone de relieve algo que no estabacontenido en la filosofía platónica del logos. El concepto de laemanación contiene en el neoplatonismo bastante más que lo quesería el fenómeno físico del fluir como proceso de movimiento. Loque se introduce es sobre todo la imagen del manantial29. En elproceso de la emanación, aquello de lo que algo emana, lo uno, no esni despojado ni aminorado por el hecho de la emanación. Esto valetambién para el nacimiento del Hijo a partir del Padre, el cual rtoconsume con ello nada de sí mismo, sino que asume algo nuevo parasí. Vale también para el surgir espiritual que se realiza en el procesodel pensar, del decirse. Este surgir es al mismo tiempo un perfectopermanecer en sí. Si la relación divina de palabra e intelecto puede

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