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Verdad y Método I

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80Sin embargo, tampoco se comprende la esencia más profunda delreconocimiento si se atiende sólo al hecho de que algo que ya se conocía esnuevamente reconocido, esto es, de que se reconoce lo ya conocido. Por elcontrario, la alegría del reconocimiento consiste precisamente en que seconoce algo más que lo ya conocido. En el reconocimiento emerge lo que yaconocíamos bajo una luz que lo extrae de todo azar y de todas lasvariaciones de las circunstancias que lo condicionan, y que permiteaprehender su esencia. Se lo reconoce como algo.Nos encontramos aquí ante el motivo central del platonismo. En su doctrinade la anámnesis Platón piensa la representación mítica de la rememoraciónjuntamente con el camino de su dialéctica, que busca la verdad del ser en loslogoi, esto es, en la idealidad del lenguaje 23. De hecho el fenómeno delreconocimiento apunta a este idealismo de la esencia. Sólo en sureconocimiento accede lo «conocido» a su verdadero ser y se muestra comolo que es. Como reconocido se convierte en aquello que es ya retenido en suesencia, liberado de la casualidad de sus aspectos. Y esto tiene plena validezpara el género de reconocimiento que tiene lugar frente a la representaciónescénica. Esta representación deja tras sí todo cuanto es casual e in-esencial,por ejemplo, todo lo que constituye el ser propio y particular del actor. Estedesaparece por entero tras el conocimiento de lo que representa. Perotambién lo representado, el proceso ya conocido de la tradición mitológica,es elevado por la representación a su verdad y validez. Cara al conocimientode la verdad el ser de la representación es más que el ser del materialrepresentado, el Aquiles de Homero es más que su modelo original.La relación mímica original que estamos considerando contiene, pues, nosólo el que lo representado esté ahí, sino también que haya llegado al ahí demanera más auténtica. La imitación y la representación no son sólo repetircopiando, sino que son conocimiento de la esencia, En cuanto que no sonmera repetición sino verdadero «poner de relieve», hay en ellas al mismotiempo una referencia al espectador^ Contienen en sí una referencia a todoaquél para quien pueda darse la representación.Se puede ir aún más lejos: la representación de la esencia es tan poco meraimitación que es necesariamente mostrativa. El que reproduce algo estáobligado a dejar unas cosas y destacar otras. Al estar mostrando: tiene queexagerar, lo quiera o no. Y en este sentido se produce una desproporciónóntica insuperable entre lo que «es como» algo y aquello a lo que quiereasemejarse. Es sabido que Platón tuvo en cuenta esta distancia ontológica,este hecho de que la copia queda siempre más o menos por detrás de sumodelo original, y que es ésta la razón por la que consideró la imitación dela representación en el juego y en el arte como una imitación de imitacionesy la relegó a. un tercer rango 24. Al mismo tiempo en la representación, delarte tiene lugar un reconocimiento que posee el carácter de un auténticoconocimiento esencial, y esto tuvo un fundamento en el hecho de que Platóncomprendiese precisamente todo conocimiento esencial como unreconocimiento; un Aristóteles pudo llamar a la poesía más filosófica que lahistoria 25. Como representación, la imitación posee una función cognitivamuy destacada. Tal es la razón por la que el concepto de la imitación pudobastar a la teoría del arte mientras no se discutió el significado cognitivo deéste. Y esto sólo se mantuvo mientras se identificó el conocimiento de laverdad con el conocimiento de la esencia 26, pues el arte sirve a este tipo deconocimiento de manera harto convincente. En cambio, para el nominalismode la ciencia moderna y su concepto de la realidad, del que Kant extrajo susconsecuencias agnósticas para la estética, el concepto de la mimesis haperdido su vinculatividad estética.Una vez que se nos han hecho patentes las apodas de este giro 'subjetivo dela estética, nos vemos sin embargo devueltos otra vez a la tradición másantigua. Si el arte no es la variedad de las vivencias cambiantes, cuyo objetose llena subjetivamente de significado en cada caso como si fuera un moldevacío, la «representación» tiene que volver a reconocerse como el modo deser de la obra de arte misma. Esta conclusión estaba ya preparada desde elmomento en que el concepto de la representación se habla derivado del deljuego, en el sentido de que la verdadera esencia de éste —y por lo tantotambién de la obra de arte— es la autorrepresentación. El juegorepresentado es el que habla al espectador en virtud de su representación, demanera que el espectador forma parte de él pese a toda la distancia de suestar enfrente.El tipo de representación, que es la acción cultual, es el que mostraba estocon más claridad. En él la referencia a la comunidad está enteramente aldescubierto. Por muy reflexiva que sea la conciencia estética, ésta no podríapensar que sólo la distinción estética, que es la que aisla al objeto estético,alcanza el verdadero sentido de la imagen cultual o de la representación

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