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Verdad y Método I

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52ello) 66, sobre todo por razón de la trasformación cristiana delneoplatonismo. El Pseudo-Dionisio justifica directamente al comienzo de suobra principal la necesidad de proceder simbólicamente () yaduce como argumento la inadecuación del ser suprasensible deDios para nuestro espíritu habituado a lo sensible. Symbolon adquiereaquí una función anagógica 67; ayuda a ascender hacia el conocimiento delo divino, del mismo modo que las formas alegóricas del hablar conducen aun significado «más elevado». El procedimiento alegórico de lainterpretación y el procedimiento simbólico del conocimiento basan sunecesidad en un mismo fundamento: no es posible conocer lo divino másque a partir de lo sensible.Sin embargo en el concepto del símbolo resuena un tras-fondo metafísicoque se aparta por completo del uso retórico de la alegoría. Es posible serconducido a través de lo sensible hasta lo divino; lo sensible no es al fin y alcabo pura nada y oscuridad, sino emanación y reflejo de lo verdadero. Elmoderno concepto de símbolo no se entendería sin esta subsunción gnósticay su trasfondo metafísico. La palabra «símbolo» sólo pudo ascender desdesu aplicación original como documento, distintivo o credencial hasta elconcepto filosófico de un signo misterioso, y sólo pudo acercarse a lanaturaleza del jeroglífico, cuyo desciframiento sólo es posible aliniciado, porque el símbolo no es una mera señalización o fundaciónarbitraria de signos, sino que presupone un nexo metafísico de lo visible conlo invisible. El que la contemplación visible y el significado invisible nopuedan separarse uno de otro, esta «coincidencia» de las dos esferas, es algoque subyace a todas las formas del culto religioso. Y esto mismo hacecercano el giro hacia lo estético. Según Solger 08 lo simbólico designa «unaexistencia en la que de algún modo se reconoce la idea», por lo tanto launidad íntima de ideal y manifestación que es específica de la obra de arte.En cambio lo alegórico sólo hace surgir esta unidad significativa apuntandomás allá de sí mismo hacia algo distinto.A su vez el concepto de la alegoría experimentó una interesante expansióndesde el momento en que designa no sólo una figura de dicción y un sentidode la interpretación (sensus allegoricus) sino también representaciones deconceptos abstractos a través de imágenes en el arte. Evidentemente losconceptos de retórica y poética están sirviendo aquí también de modelo parala formación de conceptos estéticos en el terreno de las artes plásticas 69. Lareferencia retórica del concepto de alegoría sigue siendo operante en estedesarrollo de su significado en cuanto que no supone una especie deparentesco metálico originario como el que conviene al símbolo, sino sólouna asignación fundada por convención y por fijación dogmática, quepermite de este modo emplear imágenes como representación de lo quecarece de imagen.Más o menos de este modo pueden resumirse las tendencias del significadolingüístico que a comienzos del XVIII conducen a que el símbolo y losimbólico se opongan como interna y esencialmente significativos a lassignificaciones externas y artificiales de la alegoría. Símbolo es lacoincidencia de lo sensible y lo insensible, alegoría es una referenciasignificativa de lo sensible a lo insensible.Bajo la influencia del concepto del genio y de la subjetivización de la«expresión», esta diferencia de significados se convierte en una oposición devalores. El símbolo aparece como aquello que, debido a su indeterminación,puede interpretarse inagotablemente, en oposición a lo que se encuentra enuna referencia de significado más precisa y que por lo tanto se agota en ella,como ocurre en la alegoría; esta oposición es tan excluyente como la deartístico e in-artístico. Justamente es la indeterminación de su significado loque permite y favorece el ascenso triunfal de la palabra y el concepto de losimbólico, en el momento en que la estética racionalista de la época de lailustración sucumbe a la filosofía crítica y a la estética del genio. Merece lapena actualizar este contexto con detalle.En él adquiere un carácter decisivo el que en el § 59 de la Crítica de lacapacidad de juicio Kant proporcionara un análisis lógico del concepto desímbolo que enfoca con particular intensidad este punto: la representaciónsimbólica aparece en él confrontada y delimitada frente a la representaciónesquemática. Es representación (y no mera designación, como en el llamado«simbolismo» lógico); sólo que la representación simbólica no representainmediatamente un concepto (como hace en la filosofía kantiana elesquematismo trascendental), sino que lo hace indirectamente, «con lo quela expresión contiene no el verdadero esquema del concepto sino meramenteun símbolo para la reflexión». Este concepto de la representación simbólicaes uno de los resultados más brillantes del pensamiento kantiano. Con élKant hace justicia a la verdad teológica que recibió su forma escolástica en

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