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Verdad y Método I

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102obra de arte, participa de algún modo de esa misteriosa emanación ónticaque se corresponde con el rango óntico de lo representado.Un ejemplo podrá ayudarnos a ilustrar esto: Justi 20 calificó una vez de unamanera muy aceitada la «Rendición de Breda» de Velázquez como «unsacramento militar». Quería decir con esto que el cuadro no es un retrato degrupo ni tampoco una simple pintura histórica. Lo que se ha fijado en elcuadro no es sólo un proceso solemne como tal. Al contrario, la solemnidadde esta ceremonia resulta tan actual en el cuadro porque ella misma posee»elcarácter de la imaginatividad y se realiza como un sacramento. Hay cosasque necesitan de imagen y que son dignas de imagen, y su esencia sólo secumple del todo cuando se representan en una imagen.No es casual que en cuanto se quiere hacer valer el rango óntico de la obrade arte frente a su nivelación estética aparezcan siempre conceptosreligiosos.Y el que bajo nuestros presupuestos la oposición entre profano y sagradoaparezca como relativa es perfectamente congruente. Basta con recordar elsignificado y la historia del concepto de la profanidad: es profano lo que seencuentra delante del santuario. El concepto de lo profano y su derivado, laprofanación, presupone pues, siempre, la sacralidad. De hecho la oposiciónentre profano y sagrado, en el mundo antiguo del que procede, sólo podíaser relativa, ya que todo el ámbito de la vida estaba ordenado y determinadoconforme a 16 sacral. Sólo a partir del cristianismo se hace posible entenderla profanidad en un sentido más estricto, pues sólo el nuevo testamento logrades-demonizar el mundo hasta el punto de que quepa realmente oponer porcompleto lo profano a lo religioso. La promesa de salvación de la iglesiasignifica que el mundo no es ya más que «este mundo». La particularidad deesta pretensión funda al mismo tiempo la tensión entre iglesia y estado queaparece al final de la antigüedad; es entonces cuando el concepto de loprofano adquiere su verdadera actualidad. Es sabido hasta qué punto lahistoria entera de la edad media está dominada por la tensión entre iglesia yestado. La profundización espiritualista en la idea de la iglesia cristianaacaba por liberar la posibilidad del estado mundano. Tal es el significadohistórico universal de la alta edad media: que en ella se constituye el mundoprofano capaz de dar al concepto de lo profano toda su importanciamoderna2I. Pero esto no cambia el hecho de que la profanidad siga siendoun concepto jurídico-sacral y que sólo se pueda determinar desde lo sagrado.Una profanidad absoluta sería un concepto absurdo 22.El carácter relativo de profano y sagrado no sólo pertenece a la dialéctica delos conceptos, sino que se hace perceptible en el fenómeno de la imagen ensu calidad de referencia real. Una obra de arte siempre lleva en sí algosagrado. Es verdad que una obra de arte religiosa que se expone en sumuseo, o una estatua conmemorativa colocada en una galería, ya nopueden ser profanadas en el mismo sentido en que lo serían si hubiesenpermanecido en su lugar de origen. Pero también es evidente que esto nosólo vale para las obras de arte religiosas. Algo parecido sentimos a vecesen las tiendas de antigüedades, cuando encontramos a la venta piezas quetodavía parecen conservar un cierto hálito de vida íntima; uno experimentauna cierta vergüenza, una especie de lesión de la piedad o incluso deprofanación. -Y en última instancia toda obra de arte lleva en sí algo que sesubleva frente a su profanación. Una de las pruebas más decisivas de esto esen mi opinión el hecho de que incluso la conciencia estética pura conoce elconcepto de la profanación. Incluso ella siente la destrucción de una obra dearte como un atentado (La palabra alemana Frevel —«atentado»,«desmán», incluso «sacrilegio»— no se emplea actualmente casi más queen relación con obras de arte: Kunst-Frevel). Es un rasgo muy característicode la moderna religión de la cultura estética, y se le podrían añadir algunosotros testimonios. Por ejemplo, el término «vandalismo», que se remontahasta la edad media, sólo encuentra una verdadera recepción en la reacciónfrente a las destrucciones jacobinas durante la revolución francesa. Ladestrucción de obras de arte es como el allanamiento de un mundoprotegido por la santidad. Por eso ni siquiera una conciencia estética que sehaya vuelto autónoma podría negar que el arte es más de lo que ella mismapretende que percibe.Todas estas reflexiones justifican que caractericemos el modo de ser del arteen conjunto mediante el concepto de la representación, que abarca tanto aljuego como a la imagen, tanto la comunión como la repraesentatio. La obrade arte es pensada entonces como un proceso óntico, y se deshace laabstracción a la que la había condenado la distinción estética. También laimagen es un proceso de representación. Su referencia al original norepresenta ninguna disminución de su autonomía ón-tica, hasta el punto deque por el contrraio hemos tenido ocasión de hablar, por referencia a la

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