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Verdad y Método I

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228de percibir en la interpretación ideológica del concepto de la induccióndesde Aristóteles.Una manera distinta de experimentar y comprender al tú consiste en que éstees reconocido como persona, pero que a pesar de incluir a la persona en laexperiencia del tú, la comprensión de éste sigue siendo un modo de lareferencia a sí mismo. Esta auto-referencia procede de la aparienciadialéctica que lleva consigo la dialéctica de la relación entre el yo y el tú. Larelación entre el yo y el tú no es inmediata sino reflexiva. A toda pretensiónse le opone una contra-pretensión. Así surge la posibilidad de que cada partede la relación se salte reflexivamente a la otra. El uno mantiene la pretensiónde conocer por sí mismo la pretensión del otro e incluso de comprenderlamejor que él mismo. Con ello el tú pierde la inmediatez con que orienta suspretensiones hacia uno. Es comprendido, pero en el sentido de que esanticipado y aprehendido reflexivamente desde la posición del otro. En lamedida en que se trata de una relación recíproca, constituye la realidad de larelación entre el yo y el tú. La historicidad interna de todas las relacionesvitales entre los hombres consiste en que constantemente se está luchandopor el reconocimiento recíproco. Este puede adoptar muy diversos grados detensión, hasta llegar incluso al completo dominio de un yo por el otro yo.Pero incluso las formas más extensas de dominio y servidumbre son unaauténtica relación dialéctica y poseen la estructura elaborada por Hegel 24 .La experiencia del tú que se adquiere así es objetivamente más adecuadaque el conocimiento de gentes, que sólo pretende poder calcular sobre ellos.Es una pura ilusión ver en el otro un instrumento completamente dominabley manejable. Incluso en el siervo hay una voluntad de poder que se vuelvecontra el señor, como acertadamente ha expresado Nietzsche 25 . Sinembargo, esta dialéctica de la reciprocidad que domina toda relación entre elyo y el tú permanece necesariamente oculta para la conciencia del individuo.El siervo que tiraniza al señor con su misma servidumbre no cree en modoalguno que en esto se busca a sí mismo. Es más, la propia auto-concienciaconsiste justamente en sustraerse a la dialéctica de esta reciprocidad, salirsereflexivamente de esta relación con el otro y hacerse así inasequible para él.Cuando se comprende al otro y se pretende conocerle se le sustrae enrealidad toda la legitimación de sus propias pretensiones. En particular estoes válido para la dialéctica de la asistencia social, que penetra todas lasrelaciones interhumanas1 como una forma reflexiva del impulso hacia eldominio. La pretensión de comprender al otro anticipándosele cumple lafunción de mantener en realidad a distancia la pretensión del otro. Esto esbien conocido.En el terreno hermenéutico el correlato de esta experiencia del tú es lo queacostumbra a llamarse la conciencia histórica. La conciencia histórica tienenoticia de la alteridad del otro y de la alteridad del pasado, igual que lacomprensión del tú tiene noticia del carácter personal de éste. En lo otro delpasado no busca casos de una regularidad general, sino algo históricamenteúnico. Pero en la medida en que en este reconocimiento pretende elevarsepor entero por encima de su propio condicionamiento, queda aprisionadoen la apariencia dialéctica, pues lo que realmente busca es hacerse señordel pasado. Esto no tiene por qué vincularse tan sólo a la pretensiónespeculativa de una filosofía de la historia universal; puede aparecertambién como el ideal de una ilustración consumada que marque el caminoa la experiencia de las ciencias históricas, como vimos por ejemplo enDilthey. Hemos desvelado la apariencia dialéctica que produce la concienciahistórica, y que es el correlato de la apariencia dialéctica de la experienciaconsumada en el saber, cuando en nuestro análisis de la concienciahermenéutica hemos descubierto que el ideal de la ilustración histórica esalgo irrealizable. El que se cree seguro en su falta de prejuicios porque seapoya en la objetividad de su procedimiento y niega su propiocondicionamiento histórico, experimenta el poder de los prejuicios que ledominan incontroladamente como una vis a tergo. El que no quiere hacersecargo de los juicios que le dominan acaba considerando erróneamente loque se muestra bajo ellos. Es como en la relación entre el yo y el tú: el quese sale reflexivamente de la reciprocidad de esta relación la altera y destruyesu vinculatividad moral. De la misma manera el que se sale reflexivamentecíe la relación vital con la tradición destruye el verdadero sentido de ésta. Laconciencia histórica que quiere comprender la tradición no puedeabandonarse a la forma metódico-crítica de trabajo con que se acerca a lasfuentes, como si ella fuese suficiente para prevenir la contaminación consus propios juicios y prejuicios. <strong>Verdad</strong>eramente tiene que pensar también lapropia historicidad. Estar en la tradición no limita la libertad del conocersino que la hace posible como ya habíamos formulado.Este conocimiento y reconocimiento es el que constituye la tercera y máselevada manera de experiencia hermenéutica: la apertura a la tradición que

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