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Verdad y Método I

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181determinado por el hecho de que la autoridad de lo trasmitido, y no sólo loque se acepta razonadamente, tiene poder sobre nuestra acción y sobrenuestro comportamiento. Toda educación reposa sobre esta base, y aunqueen el caso de la educación la «tutela» pierde su función con la llegada a lamadurez, momento en que las propias perspectivas y decisiones asumenfinalmente la posición que detentaba la autoridad del educador, este acceso ala madurez biográfica no implica en modo alguno que uno se vuelva señorde si mismo en el sentido de haberse liberado de toda tradición y de tododominio por el pasado. La realidad de las costumbres es y sigue siendoampliamente algo válido por tradición y procedencia. Las Costumbres seadoptan libremente, pero ni se crean por libre determinación .ni su validezse fundamenta, en ésta. Precisamente es esto lo que llamamos tradición: elfundamento de su validez. Y nuestra deuda con el romanticismo esjustamente esta corrección de la Ilustración en el sentido de reconocer que,al margen de los fundamentos de la razón, la tradición conserva algúnderecho y determina "ampliamente" nuestras instituciones ycomportamiento. La superioridad de la ética antigua sobre la filosofía moralde la edad moderna se caracteriza precisamente por el hecho de quefundamenta el paso de la ética a la «política», al arte de la buena legislación,en base a la ineludibilidad de la tradición 23 . En comparación con esto laIlustración moderna es abstracta y revolucionaria.Sin embargo, el concepto de la tradición se ha vuelto no menos ambiguo queel de la autoridad, y ello por la misma razón, porque lo que condiciona lacomprensión romántica de la tradición es la oposición abstracta al principiode la Ilustración. El romanticismo entiende la tradición como lo contrario dela libertad racional, y ve en ella un dato histórico como pueda serlo lanaturaleza. Y ya se la quiera combatir revolucionariamente, ya se pretendaconservarla, la tradición aparece en ambos casos como la contrapartidaabstracta de la libre autodeterminación, ya que su validez no necesitafundamentos racionales sino que nos determina mudamente.\Por supuestoque el caso de la crítica romántica a la Ilustración no es un ejemplo dedominio espontáneo de la tradición, de trasmisión y conservación sinrupturas a despecho de las dudas y las críticas. Es más bien una reflexióncrítica propia la que aquí intenta volverse de nuevo hacia la verdad de latradición para renovarla, y que podrá recibir el nombre de tradicionalismo.No creo, sin embargo, que entre tradición y razón haya que suponer unaoposición tan incondicional e irreductible. Por problemática que sea larestauración consciente de tradiciones o la creación consciente de otrasnuevas, la fe romántica en las «tradiciones que nos han llegado», ante lasque debería callar toda razón, es en el fondo igual de prejuiciosa e ilustrada.En realidad la tradición siempre es también un momento de la libertad y dela historia. Aun la tradición más autentica y venerable no se realizanaturalmente, en virtud de la capacidad de permanencia de lo que de algúnmodo ya está dado, sino que necesita ser afirmada, asumida y cultivada. Latradición es esencialmente conservación, y como tal nunca deja de estarpresente en los cambios históricos. Sin embargo, la conservación es un actode la razón, aunque caracterizado por el hecho de no atraer la atención sobresí. Ésta es la razón de que sean las innovaciones, los nuevos planes, lo queaparece como única acción y resultado de la razón. Pero esto es sóloaparente. Incluso cuando la vida sufre sus trasformaciones más tumultuosas,como ocurre en los tiempos revolucionarios, en medio del aparente cambiode todas las cosas se conserva mucho más legado antiguo de lo que nadiecreería, integrándose con lo nuevo en una nueva forma de validez, En todocaso la conservación representa una conducta tan libre como latrasformación y la innovación. La crítica ilustrada a la tradición, igual quesu rehabilitación romántica, queda por lo tanto muy por detrás de suverdadero ser histórico.Estas consideraciones nos inducen a preguntarnos si en la hermenéuticaespiritual-científica no se debiera intentar reconocer todo su derecho almomento de la tradición. La investigación espiritual-científica no puedepensarse a sí misma en oposición absoluta al modo como nos comportamosrespecto al pasado en nuestra calidad de vivientes históricos. En nuestrocomportamiento respecto al pasado, que estamos confirmandoconstantemente,la actitud real no es la distancia ni la libertad respecto a lotrasmitido. Por el contrario nos encontramos siempre en tradiciones, y éstenuestro estar dentro de ellas no es un comportamiento objetivador quepensara como extraño o ajeno lo que dice la tradición; ésta es siempre másbien algo propio, ejemplar o aborrecible, es un reconocerse en el que paranuestro juicio histórico posterior no se aprecia apenas conocimiento, sino unimperceptible ir trasformándose al paso dé la misma tradición.

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