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Verdad y Método I

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69Kant. Ya hemos mostrado que lo que movió a Kant a referir la capacidad dejuicio estética íntegramente a un estado del sujeto fue una abstracciónmetodológica encaminada a lograr una fundamentación trascendental muyconcreta. Esta abstracción estética se entendió sin embargo, más tarde, comocosa de contenido y se trasformó en la exigencia de comprender el arte «demanera puramente estética»; ahora podemos ver que esta exigenciaabstractiva entra en una contradicción irreductible con la verdaderaexperiencia del arte.¿No ha de haber, pues, en el arte conocimiento alguno? ¿No se da en laexperiencia del arte una pretensión de verdad diferente de la de la cienciapero seguramente no subordinada o inferior a ella? ¿Y no estriba justamentela tarea de la estética en ofrecer una fundamentación para el hecho de que laexperiencia del arte es una forma especial de conocimiento? Por supuestoque será una forma distinta de la del conocimiento sensorial que proporcionaa la ciencia los últimos datos con los que ésta construye su conocimiento dela naturaleza; habrá de ser también distinta de todo conocimiento racional delo moral y en general de todo conocimiento conceptual. ¿Pero no será apesar de todo conocimiento, esto es, mediación de verdad?Es difícil hacer que se reconozca, esto si se sigue midiendo con Kant laverdad del conocimiento según el concepto de conocimiento de la ciencia ysegún el concepto de realidad que sustentan las ciencias de la naturaleza. Esnecesario tomar el concepto de la experiencia de una manera más ampliaque Kant, de manera que la experiencia de la obra de arte pueda sercomprendida también como experiencia. Y para esto podemos echar manode las admirables lecciones de Hegel sobre estética. El contenido de verdadque posee toda experiencia del arte está reconocido aquí de una manerasoberbia, y al mismo tiempo está desarrollada su mediación con laconciencia histórica. De este modo la estética se convierte en una historia delas concepciones del mundo, esto es, en una historia de la verdad tal y comoésta se hace visible en el espejo del arte. Con ello obtiene también unreconocimiento de principio la tarea que hemos formulado antes, la dejustificar en la experiencia del arte el conocimiento mismo de la verdad.Sólo en la estética gana su verdadera acuñación el para nosotros ya familiarconcepto de la concepción del mundo, que aparece en Hegel por primera vezen la Fenomenología- del espíritu31 para caracterizar la expansión de laexperiencia moral básica a una ordenación moral del mundo mismo,preconizada como postulado por Kant y Fichte. Es la multiplicidad y elcambio de las concepciones del mundo lo que ha conferido a este conceptola resonancia que nos es más cercana 32. Y para esto el modelo másdecisivo es la historia del arte, porque esta multiplicidad histórica no se dejaabolir en la unidad del objetivo de un progreso hacia el arte verdadero. Porsupuesto, Hegel sólo puede reconocer la verdad del arte superándola en elsaber conceptual de la filosofía y construyendo la historia de lasconcepciones del mundo, igual que la historia del mundo y de la filosofía, apartir de la autoconciencia completa del presente. Pero tampoco aquí esconveniente ver sólo un camino erróneo, ya que con ello se superaampliamente el ámbito del espíritu subjetivo. En esta superación estácontenido un momento de verdad no caducada del pensamiento hegeliano.Es verdad que, en cuanto que la verdad del concepto se vuelve con ellotodopoderosa y supera en sí cualquier experiencia, la filosofía de Hegelvuelve a negar el camino 'de la verdad que había reconocido en laexperiencia del arte. Si intentamos defender la razón propia de éste,tendremos que dar cuenta por principio de lo que en este contexto quieredecir la verdad. Y son las ciencias del espíritu en su conjunto las que tienen'que permitirnos hallar una respuesta a esta pregunta. Pues la tarea de éstasno es cancelar la multiplicidad de las experiencias, ni las de la concienciaestética ni las de la histórica, ni las de la conciencia religiosa ni las de lapolítica, sino que tratan de comprenderlas, esto es, reconocerse en su verdad.Más tarde tendremos que ocuparnos de la relación entre Hegel y la autocomprensiónde las ciencias del espíritu que representa la «escuelahistórica», y cómo se reparte entre ambas lo que podría hacer posible unacomprensión adecuada de lo que quiere decir la verdad en las ciencias delespíritu. En cualquier caso al problema del arte no podremos hacerle justiciadesde la conciencia estética, sino sólo desde este marco más amplio.Para empezar sólo hemos dado un primer paso en esta dirección al intentarcorregir la auto-interpretación de la conciencia estética y renovar la preguntapor la verdad del arte, pregunta en favor de la cual habla' la experienciaestética. Se trata, pues, de ver la experiencia del arte de manera que puedaser comprendida como experiencia. La experiencia del arte no debe falsearsecomo la posesión de una posición de formación estética, ni neutralizar conello la pretensión que le es propia. Veremos más tarde que aquí estácontenida una consecuencia hermenéutica de gran alcance, ya que todo

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