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Verdad y Método I

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35123. Cf. también el excelente estudio de J. Ritter, Naturrecbt beiAris-tóteles: Res Publica 6 (1961). En él se muestra por extenso porqué no puede haber un derecho natural dogmático en Aristóteles. Larazón es que la naturaleza determina por entero a todo el mundohumano, y en consecuencia también su constitución jurídica. Noresulta del todo claro si Ritter acepta mi propuesta para el texto, quepresenté ya en octubre de 1960 en Hamburgo, ya que entre otrascosas cita el tratamiento de este capítulo por H. H. Joachim sinninguna restricción crítica. Pero objetivamente está de acuerdo conmi propia acepción —cosa que al parecer también hace W. Brócker,que traduce el pasaje en o. c, 302 pero sin aceptar mi propia lectura—, y desarrolla de una manera muy instructiva el tras-fondo metafísicode la filosofía «política» y «práctica» de Aristóteles.24. Cf. la consideración que dedica H. Kuhn a un importanteaspecto de esta obra en el Phil. Rundschau II, 144-152, y IV, 182-191.25. Cf. Glauben und Versteben II, 211 s; III, 107 s, 142 s, asícomo Geschichte und Eschatologte, cap. VIII; cf. también lacontribución de H. Blumenberg, en Phil. Rundschau II, 121-140.26. El estudio de H. Liebing, Zwischen Orthodoxie und Aufkldrung,Tübingen 1961, sobre el wolffiano G. B. Bilfinger, muestra lodistinta que era la relación entre teología y filosofía antes quecomenzara la crítica histórica de la Biblia, ya que el nuevotestamento se entendía directamente como dogmática, esto es, comoconjunto de verdades generales de fe, y podía de este modo referirseamistosa y hostilmente al modo de demostración sistemática y deexposición de la filosofía racional. Bilfinger intenta fundamentarsistemáticamente la cientificidad de su teología sobre la base de lametafísica wolffiana modificada. El que fuese consciente de loslímites que le imponía su época y su perspectiva representa el únicoelemento hermenéutico de su teoría de la ciencia, que apunta alfuturo: al problema de la historia. Cf. también mi introducción a F. C.Oetinger, Inquisitio in sensun communem, reimpresión 1964, V-XXVIII; también en Kleine Schriften III, 89-100.27. H. Kimmerle ha editado los manuscritos de Berlín, los másantiguos de los cuales son de lectura muy difícil. Cf. el epílogoinformativo a la ed. de Heidelberg 1968.28. Der Cbrisiliche Glaube, Berlín 1960.29. C. Senft, Wahrhaftigkeit und Wahrheit. Die Theologie des19. Jh. zwischen Orthodoxie und Aufklárung, Tübingen 1956.30. Ibid., 105.31. Hofman, Ibid., 101.32. Cf. mis aportaciones al Fesiscbri für G. Krüger 1962, 71-85y en el Festscbrift für R. Bultmann 1964, 479-490. También enKleim Schrtjttn I.33. En su Grundlegmg, 115, nota 47 a, Betti parece haber caídoen el malentendido de suponer que Heidegger y Bultmann exigen la«precomprensión» porque ésta ayuda a la comprensión. Lo correctoes más bien que hay que exigir una conciencia de la precomprensiónque siempre está en juego si es que quiere tomarse en serio la«cientificidad».34. L. Steiger, Die Hermeneutik ais dogmatisches Problem,Gütersloh 1961, intenta en su laboriosa tesis doctoral (de la escuelade H. Diem) elaborar la particu'aridad de la hermenéutica teológicarastreando la continuidad del entronque trascendental de lacomprensión teológica desde Schleiermacher hasta Bultmann yGogarten, pasando por Ritschl y Har-nack, y confrontándola con ladialéctica existencial del mensaje cristiano.

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