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Richards Keith-Vida-Memorias

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Y dentro te encontrabas con un grupo tocando, un trío, unos cuantos negrazos<br />

y unas tías bailando con billetes sujetos en sus tangas. En cuanto entrábamos se<br />

hacía un gélido silencio porque éramos los primeros blancos que veían allí, pero<br />

sabían que la energía era demasiado potente para que la alterase un puñado de<br />

tíos blancos, sobre todo si no tenían pinta de ser de por allí. Así que a ellos les<br />

picaba la curiosidad y nosotros acabábamos como en casa. Lo malo era que luego<br />

había que volver a la carretera («¡joder, podría haberme quedado aquí días<br />

enteros!»). Tenías que largarte, y unas encantadoras señoritas negras te<br />

apretujaban entre sus inmensas tetas para despedirse. Cuando salías a la calle<br />

estabas empapado en sudor y envuelto en una nube de perfume. Nos metíamos en<br />

el coche y arrancábamos con nuestro delicioso olor y la música desvaneciéndose<br />

en la distancia. Para algunos de nosotros era como si te hubieras muerto y<br />

hubieses ido al cielo, porque un año antes andábamos tocando por los clubes de<br />

Londres (y no nos iba mal), pero al cabo de doce meses estábamos en un lugar<br />

que antes nos parecía inalcanzable: estábamos en Misisi-pi. Llevábamos bastante<br />

tiempo tocando aquella música, pero siempre con mucho respeto, y ahora en<br />

cambio la olfateábamos de cerca. Quieres tocar blues y al minuto siguiente resulta<br />

que estás tocando blues con los que saben y ¡joder, tienes a Muddy Waters justo a<br />

tu derecha! Pasa tan rápido que casi no te da ni tiempo a asimilar las sensaciones.<br />

Te das cuenta luego, cuando vuelven las imágenes, porque en el momento es<br />

demasiado. Una cosa es tocar un tema de Muddy Waters y otra muy distinta<br />

tocarlo con él.<br />

Por fin encontraron a Bill Carter en Little Rock, estaba en una barbacoa en<br />

casa de un amigo que resultó ser juez, una coincidencia de lo más útil. Iba a<br />

buscar un avión privado y llegaría en un par de horas con el juez. Este amigo de<br />

Carter conocía al policía que iba a registrar el coche y le dijo que, en su opinión,<br />

no tenían derecho a hacerlo. También le sugirió que esperase hasta su llegada.<br />

Todo quedó congelado un par de horas más.<br />

Bill Carter había trabajado desde la universidad en campañas de políticos<br />

locales, así que conocía prácticamente a toda la gente importante del estado. Y<br />

algunas de las personas para las que había trabajado en Arkansas eran ahora<br />

influyentes demócratas en Washington. Su mentor era Wilbur Mills, presidente del<br />

Comité de Medios y Arbitrios en la Cámara de Representantes, tal vez el hombre<br />

más poderoso del país después del presidente. Carter procedía de una familia<br />

humilde: se alistó en la aviación durante la Guerra de Corea, pagó sus estudios<br />

de derecho con una beca del ejército hasta que se lo gastó todo, se metió en el<br />

Servicio Secreto y acabó siendo escolta de Kennedy. No estaba en Dallas aquel

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