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Richards Keith-Vida-Memorias

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semana que el resto porque había logrado convencer a Eric Easton de que él era<br />

nuestro «líder», cuando nosotros funcionábamos sobre la base de que todo se<br />

repartía a partes iguales, como los piratas: ponías el botín encima de la mesa y<br />

repartías los doblones entre todos. «¡Joder, ¿quién te has creído que eres? Yo<br />

escribo las canciones, por si no te has dado cuenta, ¿y tú eres el que se lleva<br />

cinco libras más todas las semanas? ¡Quítate de mi vista antes de que te dé una<br />

hostia!» Al principio eran detalles como ése, que luego fueron exacerbando las<br />

fricciones entre nosotros a medida que la cosa fue en aumento y cada vez perdía<br />

más los papeles. En las primeras negociaciones, siempre era Brian el que se<br />

sentaba en las reuniones como nuestro líder, a nosotros no nos dejaba ni aparecer,<br />

órdenes suyas. Me acuerdo de Mick y yo esperándolo una vez (para ver qué había<br />

pasado) a la vuelta de la esquina, en Lyons Comer House.<br />

Todo ocurrió tan deprisa... Después de hacer un par de apariciones en la<br />

televisión, Brian se convirtió en una especie de engendro insaciable que devoraba<br />

estrellas, fama y atención. Mick, Charlie y yo nos lo tomábamos todo con cierto<br />

escepticismo «toda esta mierda es lo que tenemos que aguantar para poder grabar<br />

discos», pero Brian, que no era nada tonto, se lo tragó. Le encantaba la adulación.<br />

Al resto no nos parecía que estuviera nada mal, pero no nos lo creimos igual. Yo<br />

notaba la energía, sabía que se había montado una gorda, pero hay tipos a los<br />

que basta que les pasen la mano por el lomo un par de veces y ya no salen de ahí;<br />

«más, más» y... de repente andan por ahí diciendo «soy una estrella».<br />

Nunca he conocido a nadie a quien la fama lo afectara tanto: en cuanto<br />

tuvimos un par de éxitos, ¡zas, se creyó que era Venus y Júpiter todo en uno! Tenía<br />

un complejo de inferioridad tremendo en el que ninguno había reparado. En<br />

cuanto las tías empezaron a chillar fue como si se operara un cambio radical en<br />

él, justo lo que menos falta nos hacía, porque lo que sí necesitábamos, y mucho,<br />

era mantenemos unidos y no perder el control de lo que nos traíamos entre manos.<br />

He conocido unos cuantos casos de personas a quienes la fama verdaderamente se<br />

las ha llevado por los aires, pero nunca he visto a nadie cambiar tan bruscamente<br />

de la noche a la mañana. «Tío, a ver, es sólo que hemos tenido suerte, esto no es<br />

la fama.» Se le subió a la cabeza y a lo largo de los siguientes tres o cuatro años<br />

de partirnos los cuernos en la carretera, a mediados de los sesenta, no pudimos<br />

contar con él para nada: siempre estaba completamente ido, y eso que era un<br />

intelectual, un filósofo místico. Le impresionaban mucho las otras estrellas (pero<br />

sólo por el mero hecho de serlo, no porque fueran buenos en lo que hacían) y se<br />

convirtió en un verdadero tormento, algo así como un apéndice podrido. Cuando<br />

tienes que pasarte 350 días al año en la carretera, si encima vas arrastrando un

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