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Richards Keith-Vida-Memorias

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cuestiones morales.<br />

Aquello me valió un año en la cárcel de Wormwood Scrubs, aunque al final<br />

sólo cumplí un día de condena, pero eso fue lo que opinó el juez de mi discursito:<br />

me sentenció a la pena máxima contemplada por la ley. Luego sabría que el juez<br />

Block estaba casado con la heredera de los Shippam, los de la pasta de pescado<br />

Shippam’s. De haber sabido lo de la pescadera se me habría ocurrido una<br />

respuesta mejor, pero vamos a dejarlo ahí.<br />

Ese día, 29 de junio de 1967, fui declarado culpable y condenado a doce<br />

meses en prisión. A Robert Fraser le cayeron seis meses y a Mick tres. Esa misma<br />

noche a Mick lo mandaron a Brixton y a Fraser y a mí a Scrubs.<br />

¡Qué sentencia más absurda! ¿Hasta dónde puede llegar el odio que te<br />

tienen? Me pregunto quién estaría susurrándole a la oreja al juez. Si hubiera<br />

tenido más en cuenta la información correcta habría tratado el tema como un<br />

asunto de multa de veinticinco libras y a la calle, no había nada sobre lo que<br />

sustentar el caso. Viéndolo ahora con los años, yo diría que el juez más bien nos<br />

lo sirvió en bandeja, porque se las arregló para convertir aquel episodio en una<br />

maravillosa campaña de relaciones públicas para nosotros, por más que debo<br />

reconocer que no disfruté particularmente mi estancia en Wormwood Scrubs,<br />

incluso si no fueron más que veinticuatro horas. El juez consiguió convertirme en<br />

una especie de héroe popular de la noche a la mañana y llevo desde entonces<br />

interpretando ese papel como puedo.<br />

Ahora bien, el lado oscuro de todo esto fue descubrir que me había<br />

convertido en el blanco de las iras de unos poderes fácticos, que andaban muy<br />

nerviosos. Ante lo que perciben como una amenaza, las autoridades pueden hacer<br />

dos cosas: una es absorber y la otra crucificar. Con los Beatles ya no se podían<br />

meter porque los habían condecorado, así que nos tocó a nosotros la crucifixión, y<br />

fue más serio de lo que pensaba: me habían metido en la cárcel porque,<br />

claramente, había cabreado a las autoridades; no era más que un guitarrista de un<br />

grupo de música pop y me había convertido en un objetivo del Gobierno británico<br />

y su brutal cuerpo de policía, todo lo cual es muestra de lo asustados que<br />

estaban. Habíamos ganado dos guerras mundiales y ahora esta gente se echaba<br />

a temblar hasta mearse en los pantalones. «Todos vuestros hijos acabarán igual si<br />

no lo paráis ahora.» La ignorancia de ambas partes era descomunal: nosotros no<br />

éramos conscientes de estar haciendo nada que fuera a provocar el derrumbe del<br />

imperio, y ellos andaban poniéndolo todo patas arriba en busca de algo pero no

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