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Richards Keith-Vida-Memorias

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artimañas. Rupert era ejecutivo de un banco comercial, muy correcto, de fiar, y<br />

pese a que no llegamos a hablar con él hasta que no pasó algo así como un año<br />

desde que había empezado a trabajar para nosotros, desde el primer día me llevé<br />

muy bien con él. Rupert descubrió que me gustaba leer y, libro a libro, yo iría<br />

acumulando una biblioteca entera de volúmenes enviados por él.<br />

No le gustaba el rock and roll, creía que «componer» era una cosa que se<br />

hacía con lápiz y papel, como Mozart. Ni siquiera había oído jamás cantar a Mick<br />

Jagger la primera vez que habló con él. A lo largo de un período de diecisiete<br />

años interpusimos siete demandas contra Alien Klein y al final era todo una farsa,<br />

con ambas partes saludándose amigablemente y parloteando en la sala en que se<br />

reunían como si aquello fuera un día normal en la oficina. Rupert por lo menos<br />

aprendió la jerga del sector, aunque nunca se involucró emocionalmente con la<br />

música.<br />

Nos llevó un tiempo enterarnos de qué había tomado Allen Klein sin<br />

permiso y qué era y no era nuestro ya. Habíamos montado una empresa en el<br />

Reino Unido llamada Nanker Phelge Music, en la que todos participábamos. Así<br />

que cuando llegamos a Nueva York firmamos un contrato en el que se estipulaba<br />

que todo debía pasar por una empresa llamada también Nanker Phelge que (eso<br />

supusimos) era Nanker Phelge USA, la filial americana de la británica. Pero,<br />

claro, al cabo de un tiempo acabaríamos descubriendo que la empresa de Klein<br />

en Estados Unidos no tenía la menor relación con Nanker Phelge UK y era<br />

propiedad única y exclusivamente de Klein. Así que todo el dinero iba a Nanker<br />

Phelge USA. Cuando Mick quiso comprarse la casa de Cheyne Walk tuvo<br />

que esperar dieciocho meses para que Klein le diera el dinero porque<br />

Allen estaba intentando comprar MGM.<br />

Klein era un abogado frustrado al que le encantaba la letra pequeña y el<br />

hecho de que la justicia y la ley no tuvieran nada que ver; para él era un juego. Al<br />

final resultó que era propietario de los derechos y los másteres de todo nuestro<br />

trabajo, de todo lo que habíamos compuesto y grabado durante todo el contrato<br />

con Decca, que acababa a finales de 1971, pero que en realidad terminó en 1970<br />

con Get Yer Ya-Ya’s Out! Klein era el dueño del material inacabado o en proceso<br />

hasta el límite de 1971 y ahí estaba la verdadera complicación: lo que estaba en<br />

litigio era si las canciones entre ese disco y las del año 71 le pertenecían. Al final<br />

le concedimos dos, «Angie»y «Wild Horses». Él se quedó con los derechos de<br />

autor de las canciones de varios años y a nosotros se nos concedió una parte de<br />

las regalías.

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