08.06.2017 Views

Richards Keith-Vida-Memorias

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

costaba: vinieras de donde vinieras, era el lugar perfecto para una emboscada.<br />

Los cocheros ni se molestaban en parar a discutir, se aceptaba que parte<br />

del dinero del pasaje era para pagar el peaje de Dartford y así poder seguir viaje<br />

sin sobresaltos; se limitaban a tirar una bolsa de monedas porque, si no pagabas<br />

al bajar East Hill, hacían una seña a los que estaban más adelante (un disparo:<br />

«no ha pagado») y te salían al paso en West Hill. Vamos, que era un asalto doble,<br />

no había forma de librarse. Todo esto acabó cuando el tren y luego el automóvil<br />

se impusieron, así que a mediados del siglo xix seguro que los lugareños andaban<br />

buscando alguna otra cosa con que entretenerse, una manera de mantener viva la<br />

tradición, de modo que a lo largo de los años Dartford ha desarrollado una red<br />

delictiva increíble (no hay más que preguntarles a algunos parientes míos). Es<br />

parte del día a día: siempre hay algo que se cae de la caja de un camión, y uno no<br />

hace preguntas; si alguien luce un nosequé de diamantes, nunca le preguntas «¿y<br />

de dónde lo has sacado?».<br />

Durante más de un año, cuando tenía nueve o diez, me atacaban (en el más<br />

puro «estilo Dartford») casi todos los días cuando volvía a casa de la escuela. Sé<br />

qué significa ser un cobarde. Y no pienso volver a eso jamás. Con lo fácil que es<br />

salir por patas, siempre aguanté las palizas. A mi madre le contaba que me había<br />

vuelto a caer de la bici, a lo que ella me respondía: «Pues deja ya la bici, hijo».<br />

Tarde o temprano, a todos nos acaban zurrando. Más bien temprano. El mundo<br />

está dividido en pringados y matones. Aquello desde luego me marcó y me enseñó<br />

un par de lecciones que resultaron muy valiosas cuando crecí lo suficiente para<br />

ponerlas en práctica. Básicamente, cómo aprovechar ese recurso<br />

llamado «velocidad» con que cuentan los cabroncetes (en definitiva, cómo<br />

salir corriendo). Pero te acabas cansando de correr. Aquello no dejaba de ser el<br />

viejo asalto al correo, tan típico de Dartford. Ahora tenemos el túnel de Dartford<br />

con sus peajes por donde sigue pasando todo el tráfico de Dover a Londres, pero<br />

quedarse con el dinero es legal y los ladrones van de uniforme. Siempre hay que<br />

pagar, de una manera o de otra.<br />

Puede decirse que nuestro jardín eran las marismas de Dartford, una tierra<br />

de nadie que se extiende unos cinco kilómetros a ambos lados del Támesis. Es un<br />

lugar aterrador y fascinante al mismo tiempo, pero desolado en cualquier caso.<br />

Cuando era niño nos gustaba bajar a la orilla del río, que estaba a una media hora<br />

en bici. En la otra orilla, la norte, empezaba el condado de Essex y la verdad es<br />

que para el caso podía haber sido Francia: se veía el humo de la Ford en<br />

Dagenham; en nuestro lado estaba la cementera de Gravesend (por algo la llaman<br />

Gravesend).7 Todo lo que nadie quería se arrojaba en Dartford desde el siglo xix:

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!