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Richards Keith-Vida-Memorias

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«Satisfaction». Simplemente es como un sueño y, de repente, lo tienes todo al<br />

alcance de la mano. Una vez que lo ves claro en tu cabeza, una vez que tienes la<br />

imagen de wild horses6 entonces, ¿qué haces con ella?, ¿cuál va a ser la siguiente<br />

frase? Tiene que ser couldn't drag me away.7 Esa es una de las cosas geniales<br />

que tiene componer canciones, que no es una experiencia intelectual. Igual de vez<br />

en cuando tienes que usar la cabeza aquí y allí, pero básicamente se trata de<br />

capturar los momentos.<br />

Jim Dickinson (¡gran tío!), que murió el 15 de agosto de 2009 mientras se<br />

escribía este libro, dirá luego «sobre qué» va «Wild Horses». Yo no estoy seguro.<br />

Nunca entendí la composición de canciones como una forma de escribir un diario,<br />

aunque con el paso del tiempo te das cuenta de que así era en muchas ocasiones.<br />

¿Qué es lo que te mueve a escribir canciones? En cierto sentido, quieres<br />

tocar el corazón de otra gente, quieres plantarte ahí, o por lo menos sacar un eco<br />

cuando esas otras personas se convierten en un instrumento mucho mayor que el<br />

que estás tocando tú. Llegar a otra gente acaba siendo una obsesión. Escribir una<br />

canción que se recuerde y se lleve en el corazón supone un momento de<br />

reconocimiento, de pararse a ver qué pasa con el otro. Es como un hilo por el que<br />

todos estamos unidos, una puñalada al corazón. A veces pienso que componer va<br />

de tensar las fibras sensibles todo lo que se pueda sin provocarle a nadie<br />

un infarto.<br />

Con lo que dice aquí, Dickinson me ha recordado la velocidad a la que<br />

hacíamos las cosas por aquel entonces. Estábamos en plena forma después de las<br />

semanas de gira, no hacía falta ensayar. Aun así, se acuerda de que «Brown<br />

Sugar» y «Wild Horses» las hicimos en dos tomas: nada que ver con lo de épocas<br />

posteriores en las que me miraría con lupa cuarenta o cincuenta versiones de una<br />

canción buscando la chispa. Lo que tenía grabar con ocho pistas era que se trataba<br />

de enchufar y lanzarse. Y era un formato perfecto para los Stones: entrabas en<br />

aquel estudio y sabías dónde iba a ir la batería y cómo iba a sonar. Poco después<br />

empezarían las grabaciones con dieciséis y hasta veinticuatro pistas y andaría<br />

todo el mundo a gatas por unas consolas inmensas, lo que hace mucho más<br />

complicado grabar un disco porque el lienzo se hace inmenso y cuesta mucho más<br />

centrarse. Ocho pistas es mi forma preferida de grabar para una banda de cuatro,<br />

cinco, seis.<br />

Puesto que todavía seguimos tocando esas canciones, ahí va un último<br />

comentario de Jim sobre aquella sesión hasta cierto punto histórica:

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