08.06.2017 Views

Richards Keith-Vida-Memorias

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

forma de impartir disciplina, pura y simplemente. No había segundas partes, no lo<br />

complementaba con unos correazos ni nada por el estilo, eso nunca se lo<br />

planteaba. En cualquier caso, la sola idea de darle un disgusto a mi padre, todavía<br />

hoy, hace que se me salten las lágrimas. No estar a la altura de sus expectativas<br />

era lo peor del mundo.<br />

Después de haber sufrido una vez su total indiferencia no querías volver a<br />

repetir la experiencia jamás, porque te sentías invisible, como si no existieras, y<br />

además te decía: «Bueno, visto lo visto, mañana no vamos a ir al campo» (los<br />

fines de semana solíamos ir al campo a jugar un rato al fútbol). Cuando supe<br />

cómo había tratado a Bert su propio padre, me di cuenta de que tenía mucha<br />

suerte, porque Bert jamás utilizó el castigo físico conmigo. No era una persona<br />

que exteriorizara demasiado sus sentimientos, algo que hasta cierto punto<br />

agradezco, porque en algunas de las ocasiones en que lo cabreé de verdad, si<br />

hubiera sido ese tipo de tío me habría dado unas palizas de cuidado, que era lo<br />

que les pasaba a la mayoría de los muchachos que yo conocía. Mi madre era la<br />

única que me ponía la mano encima de vez en cuando, me golpeaba las<br />

piernas por detrás, y sin duda me lo merecía. En cualquier caso,‘jamás viví<br />

angustiado por que me fueran a castigar físicamente, era todo psicológico. Incluso<br />

al cabo de veinte años, después de no haber visto a Bert durante todo ese tiempo,<br />

cuando estábamos preparando aquella reunión históri- ca, todavía me daba miedo<br />

decepcionarlo, y desde luego yo había hecho unas cuantas cosas que seguramente<br />

no le habían gustado en esos veinte años... Pero esa historia la dejo para después.<br />

La gota que colmó el vaso y provocó mi expulsión de la escuela fue cuando<br />

Terry y yo decidimos no ir a la asamblea el último día de curso. Ya habíamos<br />

estado en tantas... y queríamos ir a fumar un cigarrillo, así que no nos<br />

presentamos. Creo que ésa fue la última gota. Como era de esperar, mi padre se<br />

puso hecho una furia, pero yo creo que para entonces había perdido ya toda<br />

esperanza de que yo me convirtiera algún día en un miembro respetable de la<br />

sociedad, porque a esas alturas ya tocaba la guitarra, y Bert no tenía la menor<br />

inclinación artística, pero a mí lo único que se me daba bien eran la música y el<br />

arte.<br />

Llegados a este punto, la persona a quien tengo que agradecerle que me<br />

salvara del estercolero y del menosprecio en serie es una maravillosa profesora<br />

de arte, la señora Mountjoy. Ella fue quien le habló bien al director de mí: me<br />

iban a mandar a una especie de programa de formación profesional y el director<br />

preguntó: «¿Qué se le da bien?». «Dibujar», contestó ella. Así que acabé en una

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!