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LA CULTURA EN EL LABORATORIO<br />
La trinidad emergente puede formularse<br />
de múltiples maneras y no obedece a ningún<br />
credo específico, pero sí permite comprender<br />
mejor cómo la unidad entre lo físico y lo virtual<br />
comienza a ser indisoluble y por qué el gran llamado<br />
a la participación puede convertirse en un<br />
proceso colectivo que va de la contribución a la<br />
co-creación. Cada uno de los estadios o vectores<br />
de la nueva trinidad cultural puede conducir a<br />
las discusiones más bizantinas, pero al mismo<br />
tiempo, es una activación radical de un proceso<br />
de cambio que no ha hecho más que comenzar.<br />
En este nuevo contexto, complejo, abierto y<br />
mutante, la conciliación debería reemplazar<br />
a los “concilios”, la interdependencia a las autarquías,<br />
y el fluir auto-organizado a todos los<br />
dogmas excluyentes. No es necesaria la fe, basta<br />
el sentimiento de que entre todos- cada cual en<br />
su estilo, conocimiento y velocidad- estamos<br />
generando un cambio de paradigma.<br />
Dentro (y fuera) del paréntesis Gutenberg<br />
Una idea fuerte es aquella que permite una<br />
concentración de preguntas que afectan sustancialmente<br />
al devenir de la cultura. El acierto<br />
de unas jornadas (¿Paréntesis Gutenberg?)<br />
es precisamente, haber puesto el acento en<br />
los dilemas que plantean quinientos años de<br />
hegemonía textual reabriendo y enriqueciendo<br />
un debate que tiene su propia genealogía.<br />
Los dualismos ayudan a simplificar los temas<br />
para comprenderlos, las polarizaciones son<br />
útiles para activar la discusión pero, como ya<br />
sabemos, la complejidad de lo real es algo que<br />
ningún exegeta individual puede abarcar. Por<br />
eso quizá, lo más sensato es pensar que estamos<br />
dentro y fuera del paréntesis Gutenberg<br />
en un momento de transición donde el “viejo<br />
mundo” no acaba de morir y el “nuevo mundo”<br />
no termina de nacer. En este impasse, nos<br />
enfrentamos a una serie de procesos que- directa<br />
o indirectamente- acotan los cambios en<br />
los que estamos inmersos y perfilan un posible<br />
horizonte post-Gutenberg.<br />
Erosión de la categoría de autor<br />
La cultura del texto impreso entroniza la categoría<br />
de autor, pero existen líneas de fuga que<br />
ponen en entredicho esta noción apelando a un<br />
lector activo que completa, modifica, suspende<br />
o altera la creación individual de una obra literaria.<br />
Si es cierto, como quería Michel Foucault,<br />
que el autor es una invención moderna, también<br />
existe una tradición de autores- de Cervantes a<br />
Borges- que han contribuido a erosionar algunos<br />
de los preceptos que sostienen el invento:<br />
la originalidad de una obra, el tabú de no copiar,<br />
la fiabilidad de las fuentes, la linealidad narrativa,<br />
la coherencia interna, etc. La maestría con<br />
la que Borges manipula el canon occidental,<br />
reescribe algunas historias eternas, imagina a<br />
los grandes escritores como muchos (o nadie)<br />
y desautoriza la erudición por considerarla una<br />
forma refinada de la crueldad, bastaría para admitir<br />
que la propia modernidad lleva implícita<br />
una sospecha permanente sobre las atribuciones<br />
del autor único, genial u omnipotente. Si<br />
pensamos en artes como el cine o el teatro, la<br />
cuestión se hace aun más evidente.<br />
“Una película no es la creación de un individuo,<br />
sino de un equipo de varias docenas e incluso<br />
centenares de personas: el cine es por<br />
definición, un arte colectivo, a pesar de que la<br />
nouvelle vague probó a imponer más tarde la<br />
idea de política de los autores para conferir a<br />
la obra una unidad creativa que técnicamente<br />
no podía tener”.<br />
Dilemas de la propiedad intelectual<br />
La permanencia o salida del paréntesis Gutenberg<br />
pasa irremediablemente por un debate<br />
serio sobre la propiedad intelectual en la era del<br />
capitalismo cognitivo. Un debate todavía plagado<br />
de argumentos tendenciosos, posiciones<br />
extremas y egos corporativos. Los partidarios<br />
del copyright tradicional, defensores de los intereses<br />
de una industria cultural que no acaban<br />
de adaptarse al impacto de las nuevas tecnologías<br />
de la información, tratan de ganar tiempo,<br />
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