Musica Para Camaleones
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MÚSICA PARA CAMALEONES // SERENDIPIA<br />
me limito a observar que buena parte del arte<br />
contemporáneo "comprometido" afirma estar<br />
con el oprimido pero se fundamenta en complejos<br />
criterios conceptuales que son opacos<br />
para ese ciudadano al que supuestamente ese<br />
arte representa.<br />
El arte socialmente comprometido no era<br />
así. Uno no necesitaba leer a Heidegger para<br />
entender y emocionarse con los poemas sobre<br />
la guerra civil de Miguel Hernández. Las "Coplas<br />
de Juan Panadero" de Rafael Alberti son<br />
verdaderas coplas populares, para lo bueno y<br />
para lo malo. Si es necesaria la hermenéutica<br />
será a posteriori para justificar pareados que<br />
ahora nos hacen sonrojar como "Tu voto no<br />
derrames/Vota a Ramón Tamames".<br />
Gracias a la política de acceso al capital<br />
cultural, lo que antes era elitista -como la música<br />
clásica- es cada vez accesible al público.<br />
En cambio, el arte social contemporáneo se<br />
ha cubierto de varias pátinas de conceptualismo<br />
de manera que resulta prácticamente<br />
indescifrable para el público general. Afortunadamente,<br />
hay excepciones. Pero si el político<br />
de turno no está animado a financiar la última<br />
vuelta de tuerca de un artista conceptual que<br />
para entenderse requiere conocer en detalle<br />
la obra de Nam June Paik y el pensamiento de<br />
Deleuze (mientras Ferran Adrià sigue siendo<br />
el conferenciante mejor pagado de España),<br />
que no eche toda la culpa a la conspiración de<br />
los medios y los políticos incultos y reconozca<br />
que también es parte del problema.<br />
Lo alternativo es lo gubernamental<br />
En la época del punk muchos artistas y creadores<br />
estaban orgullosos de no tener subvención.<br />
La idea de pedir dinero a un ayuntamiento o una<br />
diputación les habría sonado una aberración.<br />
Lo que se inició como un juego conceptual: "les<br />
pido dinero y luego les critico, qué mordaz soy"<br />
se fue convirtiendo en una práctica cada vez más<br />
difícil de justificar. Los artistas se adaptaban a<br />
las llamadas de los políticos, adoptando slogans<br />
'Una unidad Autónoma'. Todo por la Práxis.<br />
y metodologías ajenas, abandonando proyectos<br />
cuando ya no eran subvencionables. La lógica<br />
perversa de las subvenciones culturales obligaba<br />
a gastar grandes cantidades de dinero en<br />
traer figuras internacionales -que aseguraban<br />
la asistencia de público- cuando en realidad el<br />
objetivo real del proyecto no tenía casi nada que<br />
ver con esas figuras. Las subvenciones que se<br />
pedían un año pero no se resolvían hasta finales<br />
del año siguiente obligaban a llevar a cabo el<br />
proyecto en los pocos meses del año libres una<br />
vez cobrada la subvención.<br />
Esta lógica de subvenciones ha traído a<br />
nuestro país proyectos desorganizados, inconsistentes,<br />
y de complejidades financieras<br />
gratuitas. Aquí el culpable central es sin duda<br />
el político, pero ¿qué fue del deseo de crear independientemente<br />
de la subvención?<br />
Lo increible es lo creible<br />
Si yo les digo que la locura no existe, sino que es<br />
simplemente un ejercicio por parte del estado<br />
para tener controlada a la gente diferente, pensarán<br />
que soy un conspiranoico. Pero si les digo<br />
que "Según Foucault la ontología de la locura<br />
es el resultado de ejercicios de micropoder en<br />
la vida cotidiana al intentar objetivar procesos<br />
subjetivos de individuación" pensará que soy un<br />
tipo muy leído. El arte contemporáneo siente<br />
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