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MARX El Capital - Tomo I

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Marx: <strong>El</strong> <strong>Capital</strong>, Libro primero, cap. 8, La jornada laboral<br />

trabajadores, a las que de este modo se priva" (are deprived) "del cuidado y el apoyo del jefe de familia<br />

cuando más los requieren" [62].<br />

Nos hallábamos, hace pocos momentos, en Irlanda. Del otro lado del Canal, en Escocia, el trabajador<br />

agrícola, el hombre del arado, denuncia su horario laboral de 13 a 14 horas, efectuado bajo el clima más<br />

inclemente, con 4 horas de trabajo suplementario los domingos ([exclamdown]en este país de [304]<br />

celosos guardadores del descanso dominical!) [63] g 64 bis2 h i j k , al tiempo que ante un Grand Jury de<br />

Londres comparecen tres obreros ferrocarrileros: un guarda, un maquinista y un guardabarreras. Un<br />

terrible accidente ferroviario ha enviado al otro mundo a cientos de pasajeros. La negligencia de los<br />

ferroviarios es la causa del siniestro. Unánimemente declaran ante el jurado que hace 10 ó 12 años su<br />

horario de trabajo era sólo de 8 horas. Durante los últimos 5 ó 6 años el mismo se ha elevado a 14, 18 y<br />

20 horas, y cuando se produce un aflujo particularmente intenso de turistas, como en las épocas de<br />

excursiones, dura a menudo ininterrumpidamente de 40 a 50 horas. <strong>El</strong>los eran seres humanos, no cíclopes.<br />

En un momento dado su fuerza de trabajo flaqueaba. <strong>El</strong> entumecimiento se apoderaba de sus miembros.<br />

<strong>El</strong> cerebro dejaba de pensar y los ojos de ver. <strong>El</strong> altamente "respectable British Juryman" ["respetable<br />

jurado británico"] les respondió con un veredicto que los enviaba al tribunal bajo la acusación de<br />

"manslaughter" (homicidio), y un indulgente anexo exteriorizaba el piadoso deseo de que los señores<br />

[305] magnates capitalistas del ferrocarril fueran un poco más dispendiosos en la compra de la cantidad<br />

necesaria de "fuerzas de trabajo" y más "abstinentes", "abnegados" o "frugales" en la explotación de la<br />

fuerza de trabajo pagada [65].<br />

Del abigarrado tropel formado por obreros de todas las profesiones, edades y sexos que se agolpan ante<br />

nosotros más acuciosamente que ante Odiseo las almas de los victimados [66], y cuyo aspecto, sin<br />

necesidad de que lleven bajo el brazo los libros azules, nos revela a primera vista el exceso de trabajo,<br />

escogemos aun dos figuras, cuyo sorprendente contraste demuestra que para el capital todos los hombres<br />

son iguales: una modista y un herrero de grueso.<br />

En las últimas semanas de junio de 1863 todos los diarios de Londres publicaron una noticia con el título<br />

"sensational": "Death From Simple Overwork" (muerte por simple exceso de trabajo). Se trataba de la<br />

muerte de la modista Mary Anne Walkley, de 20 años, empleada en un taller de modas proveedor de la<br />

corte, respetabilísimo, explotado por una dama con el dulce nombre de <strong>El</strong>isa. Se descubría nuevamente la<br />

vieja historia, tantas veces contada [67]: estas muchachas trabajaban, término medio, 16 1/2 [306] horas,<br />

pero durante la temporada a menudo tenían que hacer 30 horas ininterrumpidas, movilizándose su "fuerza<br />

de trabajo" desfalleciente con el aporte ocasional de jerez, oporto o café. Y la temporada, precisamente,<br />

estaba en su apogeo. Había que terminar en un abrir y cerrar de ojos, por arte de encantamiento, los<br />

espléndidos vestidos que ostentarían las nobles ladies en el baile en homenaje de la recién importada<br />

princesa de Gales. Mary Anne Walkley había trabajado 26 1/2 horas sin interrupción, junto a otras 60<br />

muchachas, de a 30 en una pieza que apenas contendría 1/3 de las necesarias pulgadas cúbicas de aire; de<br />

noche, dormían de a dos por cama en uno de los cuchitriles sofocantes donde se había improvisado, con<br />

diversos tabiques de tablas, un dormitorio 68 l m . Y éste era uno de los [307] mejores talleres de modas de<br />

Londres. Mary Anne Walkley cayó enferma el viernes y murió el domingo, sin concluir, para asombro de<br />

la señora <strong>El</strong>isa, el último aderezo. <strong>El</strong> médico, señor Keys, tardíamente llamado al lecho de agonía,<br />

http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/capital1/8.htm (15 of 71) [28/08/2002 17:35:35]

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