La Esfinge y el Espejo I.pdf - Editores Alambique
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Oh, padre Utnapíshtim, tú que has entrado en la<br />
Asamblea de los dioses, deseo preguntarte sobre los<br />
vivos y los muertos. ¿Cómo haré para encontrar la<br />
vida que ando buscando? Y le responde así El<br />
Lejano: <strong>La</strong> permanencia no existe. ¿Construimos una<br />
casa acaso para que se sostenga por siempre?<br />
¿S<strong>el</strong>lamos un contrato acaso para que dure por<br />
siempre? ¿Es que acaso los hermanos dividen una<br />
herencia para guardarla por siempre? ¿Y permanece<br />
acaso <strong>el</strong> tiempo de inundación de los ríos? Sólo la ninfa<br />
de la libélula que descartó ser larva y ve al sol en su<br />
gloria. Desde los más antiguos tiempos no hay<br />
permanencia. Quienes duermen, ¡cuán parecidos son a<br />
los muertos! Son como una muerte pintada. ¿Qué hay<br />
entre <strong>el</strong> amo y <strong>el</strong> sirviente cuando ambos han cumplido<br />
su destino? Cuando los Anunnaki, los jueces, se<br />
reúnen con Mammetum la madre de destinos y juntos<br />
decretan la suerte de los hombres. <strong>La</strong> vida y la muerte<br />
no disponen sino <strong>el</strong> día de la muerte, que no rev<strong>el</strong>an. 97<br />
¿Qué más hay por decir? ¿Cómo puede<br />
preguntarse algo después de estas palabras? Y sin<br />
embargo Gilgamesh quiere saber cómo Utnapíshtim<br />
llegó al sitio de la inmortalidad, y éste responde con la<br />
historia d<strong>el</strong> diluvio:<br />
¿Conoces Shurrupak, la ciudad a orillas d<strong>el</strong><br />
Eufrates? Esa ciudad se hizo vieja, y los dioses que ahí<br />
habitaban eran viejos también. Estaba Anu, señor d<strong>el</strong><br />
97 LA ÉPICA DE GILGAMESH. Mi versión de la traducción de N. K.<br />
Sandars, op. cit., págs. 106-107.<br />
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