el antiguo testamento, manual para el alumno
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Tal vez no tenga dos metros setenta de estatura; tal<br />
vez no esté protegido por una coraza . .. pero todos<br />
los jóvenes tienen un Goliat. Y cada joven tiene su<br />
honda y tiene acceso al riachu<strong>el</strong>o donde están las<br />
piedras redondeadas.<br />
"Encontraréis los Goliats que os amenazan. Sea<br />
Goliat <strong>el</strong> fortachón d<strong>el</strong> pueblo, o sea la tentación de<br />
hurtar o destruir, o la tentación de robar o <strong>el</strong> deseo<br />
de decir malas palabras; si vuestro Goliat es <strong>el</strong> deseo<br />
de destruir o la tentación de la lujuria y d<strong>el</strong> pecado,<br />
o la inclinación a evitar la actividad, cualquiera que<br />
sea vuestro Goliat, puede ser destruido. Pero recordad,<br />
<strong>para</strong> ser vencedores debemos seguir la senda<br />
que siguió David:<br />
" 'David se conducía prudentemente en todos sus<br />
asuntos, y Jehová estaba con él' (1 Samu<strong>el</strong> 18:14)."<br />
(Spencer W. Kimball, "The Davids and the Goliaths",<br />
Ensign, nov. de 1974, pág. 82.)<br />
(25-41) Armados de fe en Dios, nuestra causa no<br />
puede ser obstaculizada<br />
Las personas prudentes se arman como lo hizo<br />
David, no con honda o piedra, sino con fe. Aunque<br />
David era experto en <strong>el</strong> manejo de la honda, su confianza<br />
descansaba en <strong>el</strong> Señor de los ejércitos, <strong>el</strong><br />
Dios de las huestes a las que Goliat desafiaba. D<strong>el</strong><br />
mismo modo, nosotros también debemos armarnos<br />
<strong>para</strong> nuestras batallas.<br />
"Sugiero que cada individuo se apreste con la armadura<br />
de Dios. Así llegará a ser un ejemplo <strong>para</strong> los<br />
demás, y muchos seguirán sus pasos. A medida<br />
que cada uno haga esto, ayudará a formar <strong>el</strong> ejército<br />
que obtendrá la gran victoria y finalmente pre<strong>para</strong>rá<br />
al mundo <strong>para</strong> la segunda venida d<strong>el</strong> Salvador.<br />
"Al vestir la armadura de Dios, debemos llegar a<br />
conocer al Salvador. A los 14 años de edad, José<br />
Smith, en su búsqueda de conocimiento y sabiduría,<br />
se dirigió al Señor en oración. Dios <strong>el</strong> Padre y su<br />
Hijo, Jesucristo, aparecieron ante él en una visión.<br />
Vio a dos personajes, uno diciendo d<strong>el</strong> otro: 'Este es<br />
mi Hijo Amado. ¡Escúchalo!' (José Smith 1:17). Este<br />
fue <strong>el</strong> comienzo de la restauración d<strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io de<br />
Jesucristo en la tierra. Si tenemos fe, podemos pre<strong>para</strong>rnos<br />
mediante oración y estudio y obtener la<br />
misma seguridad que tuvo José Smith: que Dios<br />
vive y que El y su Hijo son dos personas distintas.<br />
Jesús de Nazaret entonces llegará a ser <strong>el</strong> centro de<br />
nuestra vida. Con esta certidumbre, nuestra causa no<br />
puede ser obstaculizada. Sin <strong>el</strong>la, no tenemos<br />
causa." (Victor L. Brown, "1s There Not a Cause?"<br />
Ensign, nov. de 1974, pág. 104.)<br />
(25-42) Es la causa a la que honramos y no a los<br />
miembros indignos que la profesan.<br />
"Aunque un hombre no sea <strong>el</strong> ungido d<strong>el</strong> Señor, es<br />
posible que tengamos hacia él sentimientos de simpatía,<br />
los cuales nos los enseña la misma naturaleza<br />
humana; mas cuando un hombre es <strong>el</strong> ungido d<strong>el</strong><br />
Señor, nos sentimos de la misma forma en que David<br />
se sintió hacia Saúl. El no levantaría su mano contra<br />
Saúl, porque, como él mismo lo dijo, es ungido<br />
d<strong>el</strong> Señor. Pero, ¿cómo podrían trabajar en armonía<br />
y estar en unidad si los dos tuvieran espíritus diferentes?<br />
En Saúl había un espíritu contrario, pero aun<br />
así David no levantaría la mano <strong>para</strong> matarle, aunque<br />
lo tenía en su poder, pues él era <strong>el</strong> ungido d<strong>el</strong> Señor.<br />
Un hombre puede estar asociado con otro y estar<br />
en <strong>el</strong> mismo reino y ser a la vez de espíritus diferentes;<br />
incluso puede pasar sin ser notado por algún<br />
tiempo. Cuando <strong>el</strong> ungido d<strong>el</strong> Señor no se esfuerza<br />
por cumplir con las responsabilidades d<strong>el</strong> reino, permanece<br />
inactivo todo <strong>el</strong> tiempo. De manera que<br />
¿cómo puede aqu<strong>el</strong> que obedece los principios de la<br />
rectitud y la justicia y que está lleno d<strong>el</strong> amor de<br />
Jesús amar a ese hombre? El no puede hacerlo como<br />
quisiera. Tenemos que estar inspirados por <strong>el</strong><br />
mismo Espíritu y por la misma clase de conocimiento<br />
<strong>para</strong> poder amarnos y ser uno en corazón y<br />
mente." (Lorenzo Snow, en Journal of Discourse, 4:156.)