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Jotter [PDF 494 K]

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Un oasis de críticos. Un polaco nacido en 1961 que con el paso de los meses y<br />

los años no tenía ya ninguna meta. Un desastre. Sin embargo, explicaba anécdotas y<br />

cotilleos sobre literatura. Había viajado en tren y tenía una habitación en una<br />

pensión. Sophie decía que brillaba con un extraño fulgor, entonces lo miró a los ojos y<br />

se rió.<br />

—En la editorial hay una mujer mayor curiosísima, en el departamento de<br />

alemán, que tres o cuatro veces cada tarde llama a un taxi. Con un destino incierto.<br />

Cierra la puerta y se mueve por ahí diciendo que es promotora cultural. Es<br />

norteamericana.<br />

—¿Quién es?<br />

—Espitier. Juega a las cartas como si estuviera siguiendo un libro de recetas.<br />

Es lo que opina casi todo el mundo. Es una mujer más o menos solitaria.<br />

—Creo que la conocí en casa de Moinoza, encendió la tele y se tumbó en la<br />

alfombra. Tardó mucho tiempo en volver a abrir los ojos.<br />

—Típica reacción durante las visitas, ¿qué conclusión sacaste?<br />

Llegados a ese punto, Sophie le indicó al crítico polaco que en el cielo no había<br />

ni una sola estrella, pero a él no le interesaba.<br />

Desde la ventana se veía a un taxista marroquí que terminaría suicidándose. El<br />

polaco se acostó con una mexicana que conoció esa noche en un bar. Sophie también<br />

estaba allí. Se sentó en una silla junto a una de las ventanas y le formuló en voz baja<br />

una pregunta:<br />

—¿Te marcharás a las doce de la noche?<br />

Había un ruido ensordecedor. El polaco dio dos pasos y le dijo que tenía que<br />

marcharse. Sophie lo vio reflejado en el único espejo. Sólo había leído dos de sus<br />

novelas y se había sentido ofendido.<br />

Sophie volvió al hotel a las cinco de la mañana con la señora Scherd. Se<br />

sentaron en el bar con el rector de la Universidad EPN, que habitaba en un mundo<br />

diferente del suyo. La señora Scherd sonrió.<br />

—¿De qué manera? —quiso saber.<br />

En el hotel esperaba Oulipo, que no se había movido de la habitación. Bajó al<br />

bar. Había soñado con un árbol. Miró a Sophie parpadeando con dificultad y luego<br />

volvió a la cama. Después, recordó que en realidad estaba muy lejos de allí.<br />

—Es extraño, de pequeño siempre iba con pantalones cortos —dijo el rector<br />

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