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Algol es el acrónimo de un lenguaje informático inventado en los años sesenta.<br />
Las luciérnagas volaban de un lado a otro, incluso después de empezar a llover. Era<br />
hermoso. Oulipo pensó que se merecía ese descanso. Ahora estaba interesado en el<br />
arte de la falsificación, la piratería y el quebrantamiento de las leyes de propiedad<br />
intelectual. Le gustaba el trabajo manual, pero no desdeñaba el uso de softwares que<br />
le simplificasen las cosas.<br />
Abadesa. De repente le vino a la cabeza esa palabra. Hay artistas que exponen<br />
sus propios cuerpos como si fuesen especímenes médicos, ¿qué problema había con<br />
los cadáveres de ardillas? Construiría una gran estructura que volvería a usar en<br />
todas sus obras.<br />
Le pareció que su última exposición tenía un tono llorón, pero él se las daba de<br />
duro. Sufría una tensión espiritual sólo comparable a su desconfianza. Se acordó de<br />
cómo solía acercarse Sophie a su cara cuando quería que la besase. Sabía que estaba<br />
en San Francisco. Sintió un incesante tambaleo. Volvería a él; si no, sería él quien iría<br />
a buscarla.<br />
El cenicero de cristal estaba lleno a rebosar. Todos sus amigos eran fumadores<br />
compulsivos. A Oulipo, fumar le parecía lo más abominable entre lo más espantoso y<br />
abominable, pero sus amigos formaban su aristocracia particular.<br />
Janice tenía unos tirabuzones negros que bajaban hacia su pálida piel de<br />
muñeca. Casi siempre eran chicas simplemente bonitas. Un giro repentino, un gesto<br />
furtivo y sucumbían a sus pies.<br />
Pasaba gente. Janice tenía 27 años, pero era menuda como un renacuajo de 12.<br />
Recordó su época en la universidad. Se sintió como si fuese el primer hombre<br />
destinado a caer en el abismo. Escuchó el estruendo lejano de unas guitarras<br />
distorsionadas. Ocultó el anillo de Sophie en el bolsillo y se preguntó si la estarían<br />
acariciando otros dedos. Se prometió a sí mismo que nunca haría nada por dinero.<br />
Nunca lo había hecho.<br />
Antes de irse, Sophie había escrito con una barra de labios TE AMO en el<br />
espejo. Se había ido sin entrar en combate. Ahora se sentía desnudo e ingrávido<br />
porque sabía muy bien que ella no vendría a tocarlo esa noche. Ni la siguiente. Ni la<br />
siguiente.<br />
Era consciente de que cualquiera que ame la belleza (y el arte) se expone al<br />
desprecio de los demás. Sophie estaba demasiado dolida para escribirle, aunque sólo<br />
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