Jotter [PDF 494 K]

estaba en el estado de ánimo adecuado. Trabajo y sueño. El rostro del joven no tenía
ninguna expresión:
—¿Sabes una cosa? Sabía que estabas aquí.
Entonces las cosas se torcieron definitivamente, Oulipo se preguntó cómo era
posible que hubiese follado con mujeres casadas, desenvueltas, tontas... Sufría de
hipocresía crónica.
tuyo.
—Ya lo sé —dijo Oulipo, moviendo la cabeza—. Llevo un tipo de vida distinto al
El joven parecía sacado de principios de los sesenta.
—Cuanto lo siento, Oulipo —dijo—. Te voy a contar un chiste brillante.
—No. Sí. Yo... Es terrible.
El joven lo miró antes de inclinarse y exhalar un suspiro, y se puso a hablar
como si fuese actor:
—Me interesa el motivo de tus creaciones, ¿quieres tomar un café?
Llevaba una guía de la última exposición, y daba la impresión de que era un
inútil apestoso que buscaba un hueco en el mercado artístico.
blanqueados.
—Estoy en Londres por asuntos de negocios, tengo un millón de dólares recién
—¿Qué?
El joven asintió:
—Lo sé, tío. Ahora quiero mirar por el retrovisor de la vida.
—Vale.
Después se puso a hablar de un concierto de Bach para dos violines, parecía
estar en estado de atontamiento:
—No quiero entrar en polémicas. Sin embargo, me parece que viviendo
colocado sólo queda Bach.
—Sí, muy bonito —dijo Oulipo apoyado en la mesa.
El joven sacó un cigarrillo, lo encendió y siguió hablando con voz tranquila.
—A ti te arrastra la corriente.
—Ni hablar. La verdad es que me pregunto quién eres.
—Seguro que... —agarró la botella de cerveza por el cuello—. Tenía que verte
esta noche, por eso me he afeitado la cabeza.
—Vete al carajo.
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