Jotter [PDF 494 K]

Ness miró, pero no vio ninguna hormiga. Vio un mosquito, ciego y grande.
Oulipo pensó que se había equivocado, buscó ‘hormiga’ en la enciclopedia.
Había tres páginas de explicaciones inconexas.
—Parece un buen mosquito —dijo Sara.
—No es bueno, es una falsificación —respondió su hermana.
Oulipo se dio cuenta de que era auténtico, o lo contrario. Tenía alguna
sospecha. Algo curioso. Un mosquito sosegado. Un mosquito que había estudiado en
Oxford. ¿Por qué de noche todo parece más largo? Bajaron a cenar al TwoLab. Sophie
llamó por teléfono: “Llego en un momento”. Comieron algo con chocolate. Algo que
parecía una hoja. Tardaron tres horas en volver a casa. Londres no es pequeño, no,
pero es extraño. A veces.
Sara se sentó en la cama.
—Falta poco para acabar las transcripciones —dijo Sophie.
—Se pasó 42 años con la misma historia. Demasiados datos. El cerebro puede
llegar a ser peligroso.
—Obsesivo, más bien.
Ness miró hacia delante, acabó de secarse y se puso el pijama. Sara se estaba
lavando los dientes.
—Ducharse en invierno no tiene explicación —pensó Ness en voz alta—. Sólo
deberíamos ducharnos después de correr maratones.
Oulipo se levantó de repente y volvió con una libreta y un lápiz:
—Apunta aquí todo lo que quieras decir —le dijo a Ness.
—Así no tendré que hablar más. Ni tendré que comer lentejas. Ni judías. Las
lentejas son los seres más rápidos del universo. Hasta mañana. Hasta mañana.
Sophie apagó la luz y le dijo a Oulipo que la presentación del proyecto de
Mafarte iba a ser en Lituania. Entonces dejó de hablar, se dio la vuelta y repasó los
discos que había encima del sofá.
—Maas Merdes. Lo he estado buscando durante mucho tiempo.
—Se había caído detrás de la puerta.
Sophie se metió la mano en el bolsillo y sacó una pelotita de plástico.
—Es de 1967. Tiene unas 20.000.
Oulipo se acercó al fregadero y cogió una taza.
—¿De dónde las ha sacado?
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