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—En los cuentos de hadas, rebullendo, se alzan llamas. Lo mismo sucede,<br />
naturalmente, antes de cumplir los ocho años en Noruega.<br />
—¿Me estás diciendo la verdad? —insistía Ness—. Es muy raro. Vamos a darle<br />
de comer a los patos.<br />
—¿De qué color son los huevos?<br />
—Son duros y rugosos.<br />
—¡No! ¡No puede ser! —dijo Sara.<br />
—Es hora de que os vayáis a la cama.<br />
Oulipo las llevó al cuarto. Ness no quería sacarse los guantes ni para acostarse.<br />
—Podría olerme una serpiente, es una noche oscura.<br />
Oulipo decidió cambiar de tema:<br />
—Los pies. Cojeas ligeramente.<br />
—¡No es en serio! No.<br />
Al día siguiente no había escapatoria, les había prometido llevarlas al zoo. No<br />
quería ir. Iban una vez al año, pero era demasiado. Oulipo lanzó a Sophie una mirada<br />
muy seria. Le clavó los ojos como si estuvieran llenos de alfileres.<br />
serpientes?<br />
—¡Papá! ¡Ya sabes! Lo tenemos todo planeado. ¿Entraremos a ver las<br />
—Claro que sí.<br />
—¡Bobadas! —replicó Ness —¡Claro que no! ¡Son asquerosas!<br />
Esa mañana, Oulipo decidió buscarse un doble. Un buen doble. Un doble<br />
excelente. ¡Socorro! Pensó. Un doble estupendo. Era poco probable que lo<br />
encontrase. Entonces ocurrió algo asombroso. Había un silencio absoluto. Sophie se<br />
levantó muy despacio y colocó cuidadosamente sobre la mesa un gusano. Ness salió<br />
corriendo, dando alaridos. El gusano hizo una cosa rara, como si suspirase. De<br />
pronto, Oulipo se miró las manos, ¿era eso todo lo que podía hacer? Un momento<br />
después, Ness se elevó en el aire como una zanahoria.<br />
vomitar!<br />
—Los animales que se arrastran son asquerosos. Repulsivos. ¡Me dan ganas de<br />
Sara estaba tan excitada que temblaba.<br />
—¡No te escuchamos!<br />
—¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Los gusanos muerden! —Pateaba y gritaba.<br />
—Eres perversa.<br />
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