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—Nada. Algo sobre su vida sexual. Supongo que no tardará mucho en<br />
preguntarte por ella. Dile que no la has visto, que ha desaparecido, que no has<br />
escuchado nada. Miente. Recuerda bien mis palabras.<br />
—¿Tan grave es?<br />
—Está absolutamente prohibido hablar de ella. Me debes esto y mucho más.<br />
Éxtasis y videojuegos, murmuró Oulipo, pensando en que el cura estaba<br />
demasiado colorado. Recorrió la habitación un par de veces, todo estaba muy limpio y<br />
ordenado. Se fueron a montar a caballo.<br />
—Nunca me ha perdonado.<br />
—Me parece lamentable.<br />
—¡Es sacerdote!<br />
La mirada de Oulipo se fijó en Sophie con un cierto aire de crítica.<br />
—Ya sabía a qué venía, haberlo pensado antes.<br />
—Es una vida extraña. Es una rata infame. Es muy agresivo.<br />
—Sí, en realidad es todavía más penoso de lo que crees.<br />
—Es probable, pero disfruto con esto, es como ir de visita al zoo. ¿Dónde<br />
venden drogas?<br />
—La viuda de Zaman, pero tenemos que ser discretos y amables.<br />
Oulipo esbozó una débil sonrisa y vaciló un instante.<br />
—Le recordarás a su marido.<br />
No encontraron a la viuda. Su hermano los llevó a la oficina de correos, al<br />
interior de los baños.<br />
—Tengo hierba.<br />
—No.<br />
Vaciló un segundo.<br />
—Déjame ir a casa a llamar por teléfono, tengo que actuar con cuidado.<br />
La llamada duró mucho tiempo y a Oulipo le pareció un tanto rebuscada, pero<br />
estaba de buen humor.<br />
—¿Qué pasa ahora?<br />
—Mañana al mediodía.<br />
Se escuchó un sonido apagado, Sophie se preguntó brevemente si era el viento.<br />
El cura. Recibieron un mensaje.<br />
—Lo siento —susurró Oulipo.<br />
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