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Jotter [PDF 494 K]

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¿Qué brujería ejercía sobre él? A sus pies apareció Ness revoloteando con unas alas<br />

negras.<br />

—¿Estás imitando a tu madre?<br />

—Mamá es inigualable.<br />

Oulipo pensó que no conocía ni su propio mundo. ¿Por qué no respondía a<br />

nada? Se desplomó en el suelo y recorrió todas sus emociones inexplicables. Tenía<br />

que aprender.<br />

Se fue al bar de abajo, se acabó una copa y pidió otra. Abandonó el bar y<br />

telefoneó a Dreide. A ella le gustaban las tragedias románticas<br />

extraño.<br />

—¿Dígame?<br />

—De lo único que estoy seguro —contestó Oulipo— es de que no amo el arte.<br />

—¿Te estás acostando con alguien?<br />

—Ya me conoces.<br />

Oulipo pensó que era un objeto. El conocimiento es un fenómeno realmente<br />

A la mañana siguiente se despertó compadeciéndose de sí mismo. Sophie lo<br />

sabía. Su alma lo sabía. La perfección es esquiva. No podía resolver el mismo<br />

problema todas las mañanas.<br />

Sophie se bajó cautelosamente las bragas de algodón, contra la pared, cerca de<br />

la puerta. Oulipo se levantó de la cama.<br />

Aquel invierno llegó a Londres Aubrey, un miembro del senado francés que<br />

tenía una galería de arte. Después de desayunar con Olipo, le prometió, le juró por<br />

Dios, que lo recompensaría.<br />

El suelo de la exposición estaba cubierto con una alfombra roja. Oulipo se<br />

apresuró a levantar los párpados y se le quedó la lengua pegada al paladar. ¿Qué<br />

había visto allí abajo? A Augusto, apoyado en una de las paredes. Estaba más gordo,<br />

discutía acerca del paisaje con un vasito de vino y un sacerdote.<br />

—He pasado tres semanas magníficas —le dijo Augusto a Oulipo más tarde.<br />

—¿Estás empapado en alguna droga que te sirve de antídoto?<br />

—Desde luego.<br />

Esa noche, Augusto cogió un avión a Viena. Oulipo sintió una gran pesadez en<br />

los párpados y se quedó adormecido. Creyó ver que la puerta se abría y aparecía<br />

Augusto en el umbral.<br />

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