Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Oulipo parpadeó para enfocar mejor el dardo.<br />
—Todo tiende a la entropía.<br />
—¿Qué?<br />
—Leonard piensa que soy homosexual.<br />
—¿No deberías hacer algo?<br />
—¿Salir del armario? ¿De la nevera? —le contestó Oulipo.<br />
Despacio, muy despacio, Oulipo miró el reloj. Había una chica desnuda que los<br />
invitó a subir. Oulipo no levantó la vista. Keith y Leonard se deslizaron hacia las<br />
escaleras.<br />
—¿Qué clase de hombre eres?<br />
—Un sujeto sin importancia. No pienso pasar el resto de la noche en este lugar<br />
soez. ¿No lo entendéis?<br />
—¿Qué hay de malo en esto?<br />
—El karma. La crucifixión. No ganaría nada.<br />
Se podían escuchar jadeos, como si alguien se estuviese muriendo por asfixia.<br />
Una asfixia general autoinducida. Se atragantaban con su propia lengua. Se excitaban<br />
sin respirar. Eran fantasmas cuyos corazones se detenían y se solidificaban. ¿Sabían<br />
que les dirían cualquier cosa con tal de que subieran? ¿Verdad que nada tiene fin?<br />
¿Debía seguir haciéndose preguntas?<br />
Los esclavos con la cabeza inclinada.<br />
—¿De qué hablamos? —preguntó de pronto un hombre joven—. ¿Animales?<br />
Cuando Oulipo abandonó la sala en dirección a los cipreses, no le importaba<br />
nada. El futuro era imposible. Se esfumó. Abrió los ojos de par en par y se retiró<br />
velozmente.<br />
Sophie no podía verle la cara, la tenía tapada con un pañuelo de papel. Azul.<br />
Oulipo dio dos profundas bocanadas. Eran las doce menos cuarto. Le dolía el<br />
estómago. Apretó la boca. Sophie estaba sentada allí. Eran las doce pasadas. Ella se<br />
echó hacia delante.<br />
—Es increíble la cantidad de mujeres desmoronadas que puedes ver pasar.<br />
Sophie puso la mano de Oulipo sobre su regazo.<br />
—Rodeadas de miradas.<br />
—¿Jóvenes hermosas?<br />
—Escotadas y ceñidas.<br />
92