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pelo negro y liso. Se distrajo un rato con el tema que atronaba en su reproductor de<br />
mp3. We take nothing seriously so there will be no next sunrise for no one no<br />
further day no life on. Estaba muy contento con una idea sobre árboles y cadáveres.<br />
Seguro que le iba a encantar a Sophie. Era una idea distinta, pero eso es lo que hace<br />
falta para atraer la atención. Dio un par de golpecitos en la mesa y levantó los ojos de<br />
su té con leche. Entró Augusto y se desplomó en la silla de delante.<br />
—Tengo una idea genial para la próxima exposición.<br />
Augusto lo miró de reojo y dijo:<br />
—Muy bien, ¿por qué no vienes esta noche a mi piso nuevo y me la cuentas?<br />
Le pasó la dirección, se levantó y se alejó. Oulipo se lamió los labios y observó<br />
cómo su amigo desaparecía por el pasillo.<br />
Esa mañana volvió a fijarse en las colas de gente esperando el autobús. Comió<br />
en un restaurante italiano y bebió mucho vino. Estaba confuso, no sabía si alegrarse o<br />
no por la vuelta de Sophie. Se acordaba de su encuentro en el avión hacia Nueva York.<br />
Aquella vez había tenido ganas de caer de rodillas ante ella y pedirle que volviese,<br />
pero no lo hizo. Oulipo solía caminar por el peligroso sendero de la traición. Deseó no<br />
haberla conocido nunca.<br />
En realidad, Oulipo nunca había engañado a Sophie, a quien engañaba era a sí<br />
mismo. A veces pensaba que si no se mataba lo matarían los interminables tormentos<br />
del deseo satisfecho. Desde su última conversación lo veía todo más claro. Ella lo<br />
amaba con la devoción que se tributa a un santo; no lo apreciaba por las virtudes de<br />
su alma: lo que anhelaba era el goce de su persona. Oulipo era presa de las más<br />
violentas pasiones. Sophie no creía en la amistad, una palabra fría e insensible. Su<br />
pecho ardía de amor, de incontenible amor.<br />
La noche anterior, Oulipo había abierto una caja de zapatos llena de fotografías<br />
y recortes de revistas y periódicos en los que aparecía con ella. En esa época, Sophie<br />
era una de las grandes promesas literarias europeas, idolatrada y seguida por docenas<br />
de fans en decenas de países. Sus novelas y su estilo eran imitados por muchos otros<br />
escritores que carecían de talento. Tenía todos los ingredientes esenciales de las<br />
heroínas modernas: ternura y violencia, y no era del todo ni un chico ni una chica.<br />
Él la respetaba mucho. Había en ella algo mefistofélico o algo así. Pero Oulipo era<br />
lujurioso, tan lujurioso que a veces le daba miedo. Salió del café e hizo una pausa para<br />
tomar aliento. Sus ojos se habían puesto enormes, húmedos y soñadores al<br />
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