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—Soy maravillosa.<br />
Ahora Ness miraba fijamente al gusano, en silencio. Le dio con la punta del<br />
pie. Esa fue su respuesta. El despertador había sonado a las nueve y estaban<br />
desayunando huevos.<br />
—No les pongas caramelo a los huevos, ¡ten cuidado! Te voy a demostrar que<br />
los gusanos son perfectos. Te daré seis chocolatinas si te atreves a tocarlo.<br />
—Es suave —añadió Sara.<br />
Ness la miró y empezó a brincar por la cocina. ¡Bravo! ¡Lo consiguió!<br />
—¡No quiero volver a hacerlo! ¡Sí! ¡Te lo daré! Es tan pequeño... —Observaba<br />
al gusano, lo olía—. No lo dejéis escapar.<br />
Oulipo pensaba que no lo tocaría ni con una mano enguantada, ni dentro de<br />
una armadura.<br />
Sara empezó a aplaudir:<br />
—¡Ya no eres tú! ¡Ya podemos ver las serpientes! ¡Es maravilloso!<br />
—Escucha, Sara, ¿qué significa todo eso? ¿De qué estás hablando?<br />
—De que ya no te dan pánico las cosas que se arrastran.<br />
Ness echó a correr como un rayo y se escondió. Sophie se agachó. Los dedos de<br />
la niña temblaban. Estaba callada. Respiró hondo y gritó excitada:<br />
—¡Nunca! Es más probable que salte por el balcón.<br />
—¡Vamos! —dijo Sophie—. No son monstruos, lo conseguirás.<br />
—Es normal que te parezcan sospechosas.<br />
—Saldrán de sus jaulas dando saltitos y se meterán debajo de mis nudillos.<br />
Oulipo la cogió y la acarició, tanto miedo le resultaba asombroso. La llevó a su<br />
habitación y se sentó con ella.<br />
—¿Qué te pasa?<br />
—No quiero ver serpientes. No puedo. ¡No lo soporto!<br />
—Bueno, tú haz lo que puedas.<br />
—Son muy desagradables y corren bastante rápido.<br />
—Eres una niña listísima. Eres muy valiente —la cogió y le dio un besito en la<br />
nariz—. Tenemos que irnos.<br />
ella.<br />
—No me encuentro muy bien. ¡Mamá!<br />
En ese momento, entró Sophie balanceándose y Ness salió corriendo hacia<br />
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