Jotter [PDF 494 K]

—¿Sabes una cosa? Necesitas a alguien sencillo y equilibrado —anunció
Janice—. Alguien que no tenga un alma inquieta y confusa que alimente sin cesar tu
desesperación.
olvide de mí.
—Eso es lo que necesita Sophie —admitió Oulipo—, por eso es mejor que se
—Lo siento, pero no lo entiendo —suspiró Augusto limpiándose la boca con la
servilleta—. Tú te conoces, pero yo veo bien lo que haces.
—No ves lo que siento.
—¿Qué sientes?
—Que durante toda mi vida he sido un imbécil.
Oulipo se quedó absorto y permaneció unos segundos en silencio, después
cogió el coche y se fue al Soho. Las farolas daban poca luz. Le guiñó un ojo una actriz
de teatro de variedades, estaba muy colocada, y llevaba corbata y chaleco:
—¿Quieres algo?
—No.
—¡No jodas! —gritó la chica a su espalda—. ¡Tengo lo que quieras!
Esa noche, más tarde, Oulipo se tendió en su cama y jugó con una copa de
vino. Tenía aspecto de estrella de cine. A veces podía parecer muy encantador. La
verdad es que tenía una pinta estupenda. No, estaba muy borracho.
Sophie estaba en paradero desconocido, ¿qué estaba haciendo? Estaba en el
centro de gays, lesbianas y transexuales de Edimburgo firmando ejemplares de su
última novela.
—La literatura nos ayuda a reflexionar sobre nuestra propia naturaleza —
Sophie sacudió la cabeza y tosió—. A veces nos sentimos perdidos. Muy perdidos.
Alguien se rió y preguntó:
—¿Sabes quién eres?
—Supongo que una inmensa actriz, como todos.
—¿Te apetece tomar una cerveza —preguntó él/ella encendiendo un
cigarrillo—. Pareces perdida en tus pensamientos.
—¿Podemos ir a algún sitio tranquilo?
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