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Janice salió absuelta.<br />
—No lo entiendo, debería tener puestas unas esposas.<br />
Oulipo se calló y siguió conduciendo. Pensó en la primera vez que había visto a<br />
Augusto, en el pub, debajo de la estación del tren. Al bajar del coche sonó su teléfono<br />
móvil.<br />
—Si aprendes a hacerlo llámame.<br />
Oulipo se sintió bien después de hablar con sus hijas, venció su ritmo<br />
fracturado. Miró los labios rojos de Sophie, le enseñó una foto y le preguntó:<br />
—¿Por qué no llamaste a la policía?<br />
Sophie sonrió:<br />
—Porque ellos no tienen polvos mágicos.<br />
—No cambies de tema.<br />
—Owen es un viejo, el día del funeral lo vi por encima de tu hombro, vi cómo<br />
sonreía a Janice. Caminé hacia él. Owen está solo y Janice hace muy bien su papel.<br />
Oulipo estaba entrando en la oscuridad.<br />
—No buscaba pruebas, buscaba a Janice.<br />
—Han desaparecido los dos.<br />
—No. ¿Sí?<br />
—Al principio parecía que Janice iba a rechazar su oferta, pero al final le sonrió<br />
con agradecimiento.<br />
—Parece que hizo bien su trabajo.<br />
—Ya tienen su par de anillos.<br />
—¿Por qué no me lo habías dicho?<br />
—Pensé que la tirarías por las escaleras o la atropellarías en una calle oscura.<br />
Que no te haría mucha gracia.<br />
—Es cierto.<br />
El ritmo y el calor de la mano de Sophie. Sus manos eran pequeñas. Colocadas<br />
sobre su pecho.<br />
—¿No tienes nada más fuerte?<br />
—No sé si deberíamos.<br />
—¿Qué tienes?<br />
Y lo hicieron, supongo. Sophie levantó sus manos lentamente en el aire y corrió<br />
la sangre. Ella fue la que cayó primero.<br />
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