Jotter [PDF 494 K]

Augusto llevaba una camiseta ridícula y unas cuantas cervezas. Janice parecía
harta de estar allí, le dijo algo a Augusto al oído y se fueron. Oulipo también se largó,
a casa. Se metió en la cama y se durmió, hasta que a las cuatro de la mañana lo
despertó el teléfono.
o...
tontería.
crees?
—Soy Janice, ¿está ahí Augusto?
—No, ¿por qué? ¿Qué pasa?
—Dijo que tenía que cerrar un negocio, que iba a proponerle un trato a alguien
—Ya volverá.
una puta vez.
—Me da miedo que lo hayan acuchillado o algo.
—¿Qué? ¿Por qué no haces algo constructivo?
—No sé, es que no me fío de él.
Oulipo se rió.
—¡No te rías! ¡Tengo miedo!
—¿Bromeas? Deja en paz a Augusto, ya llevas demasiados años con esta
—¿Qué coño te pasa?
—Para empezar, es un poco tarde para llamar a alguien por teléfono, ¿no
—¡Eres un egoísta!
—No tengo por qué tragarme vuestra mierda. Haced algo con vuestra vida de
Oulipo colgó el teléfono, entonces escuchó a alguien en la calle. Miró por la
ventana. Vio pasar un avión. Había un borracho con un pescado en la mano delante
del bar de la esquina, pero era martes, el bar estaba cerrado. Se escuchó un silbido. El
borracho era joven y moreno. Quizás no estaba borracho, quizás se había metido
alguna porquería. Debía tener unos veinte años. Oulipo bajó a la calle y se puso a
divagar con él.
—He tomado LSD —dijo el chico con picardía—. Estoy aquí esperando a que
me recoja un barco.
—Por aquí no suelen pasar barcos —contestó Oulipo.
—Músculos... ¿No estamos en el mar? Los gatitos. Hay un hombre desnudo
con gatitos, en otra dimensión.
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