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Jotter [PDF 494 K]

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—Vale, bien.<br />

La mujer menos atractiva del mundo moderno les lanzó una mirada.<br />

Oulipo dejó al joven y se puso a escribir una carta con una cocaína rara, sobre<br />

las diferencias más llamativas entre la mente humana y un ordenador. Suprimir. Vio<br />

un cartel al lado de una papelera: “Los tíos y los carceleros buscan a tientas a las<br />

señoras”. Estaba a punto de cocerse en su propio jugo. Algunas veces pensaba en<br />

buscar a alguien que se lo hiciese todo. Entró en otro bar y se detuvo, sonaba aquella<br />

canción, y vio a Sophie desnuda en un rincón de su pensamiento. El aire del bar<br />

estaba cargado y lleno de humo, se fue, pero antes de irse dijo algo.<br />

Después de algunas reflexiones sobre el maravilloso potencial del rechazo, en<br />

realidad no tenía amigos, sonrió y bebió un sorbo de vino en una velada benéfica a<br />

favor de la gente que vivía en la calle. En un club del Soho. Fue una noche neblinosa.<br />

Bebió unos 20 cubatas, y los vecinos se quejaron por el ruido. A veces a Oulipo le<br />

faltaba inteligencia, aunque fuese vestido de punta en blanco. Trompetas celestiales.<br />

Al meterse en la cama, estiró el brazo y lo examino, ¿así era cómo salía de la tristeza<br />

en la que estaba sumido? Qué divertido, delicioso y nutritivo. Apagó la luz.<br />

Sophie llevaba una ropa estridente y su teléfono móvil. Le contaba a alguien...<br />

No, estaba agradeciendo algo. A continuación, soltó todo el rollo, toda la historia. Lo<br />

más probable es que sus narraciones necesitasen más optimismo. Vio a Oulipo dentro<br />

de sus ojos durante un segundo. No tenía ni idea de cómo recuperarse. Se sentó en la<br />

terraza y decidió que lo mejor era no volver nunca a Londres.<br />

Al día siguiente cayó un aguacero y Oulipo abrió su maldito paraguas. Sólo era<br />

un día más. No quería cometer errores, pero tampoco tenía ningún plan. La vida en<br />

Londres siempre estaba empañada. Entró en un edificio con fachada de cristal y<br />

llamó al primer piso. No tenía compromisos. Asistió a un pequeño desayuno formal<br />

ante una mesa de trabajo y se sintió imbécil. Se inclinó hacia delante:<br />

—No gracias, ahora no me apetece.<br />

—¿De verdad?<br />

Era un ejecutivo con unos ojos cautivadores, Oulipo se lo imaginó sin ropa y<br />

giró la cabeza para seguir a una mariposa que pasaba por allí. Cuando colocaron la<br />

lámina sobre la mesa, Oulipo se sintió aliviado. No había sido un trabajo tan rápido y<br />

sencillo como le había parecido a simple vista. Al fin y al cabo aquella gente diseñaba<br />

submarinos. Bien. Había sido un trabajo un poco difícil. ¿Por qué no les había<br />

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