Jotter [PDF 494 K]

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Sophie fue a sentarse con Sara. —Todavía no los he encontrado. Quiero saber dónde están exactamente. —A lo mejor te doy una buena noticia —le dijo su madre mirándola. Y las dos se quedaron allí sentadas. 90
Un día, hace ya años, Sophie llevaba una pamela negra y sus sandalias azules. Su padre era demasiado delgado, parecía sacado de un libro. Su cara sonriente y pálida. Trabajaba todo el día en una sala con una mesa baja. —Muerto. Sus pulmones... —¿Te asustaste? ¿Lo abrazaste? —le preguntó Ness—. ¿Te dolió? Cuando Sara volvió del baño, inclinó la cabeza: —Querida hermana, los muertos viven en París. Y apestan. Ness cambió de posición en el sofá y suspiró. Sophie rió alegremente. —Era un buen hombre. Yo tenía dieciocho años y era una noche sin luna. Estaba tan oscuro... Fue extraño. Daba vueltas nerviosa junto a él. Después de una noche de inquietud, se fue. Era la primera vez que Ness y Sara oían hablar de la existencia de su abuelo. —¿Y la abuela? —Se quedó dormida profundamente. No le ocurría nada malo. —¡Oh! —exclamó Ness, sorprendida, y arrimó su mejilla a la de su hermana—. Estaba saludable. Un golpe en la puerta, que cedió ante el movimiento de la mano de Oulipo. —Seamos razonables —llevaba en la mano un papel enorme. Un mapa. Se sentaron todos y contemplaron ese mundo plano. Esa mañana, se emocionaron conquistando España, Francia, Inglaterra, Bélgica, Holanda, Alemania, Portugal... Se multiplicaron sobre la tierra. Oulipo vivía en la parte más espesa de la noche, bajo la luz de bombillas ardientes. Fue hacia el coche y llegó al complicado cruce de la gran autovía del oeste. De pronto se despejó la carretera. Aparcó. Tuvo un pensamiento erótico. Ella salía al encuentro en mitad de la escalera. Su dulce pecho. —¿A qué te dedicas ahora, Oulipo? —dijo Keith. Entonces todo empezó a oscurecerse. Tres metros más allá, Leonard Trish, con uniforme, aparcaba en doble fila delante de un callejón sin salida. —¿Dónde carajo te habías metido? —dijo Keith. —Yo mismo hace sólo unas horas —dijo Oulipo con intensa lasitud—. Decidí que iba a disfrutar cada minuto de esta ocasión. —Será mejor que subas. —No lo haré. Desde luego que no. 91
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¿Nos vamos a otro sitio? —¿Qué
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hablaba de su padre se imaginaba a
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pelo negro y liso. Se distrajo un r
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conservan algo infantil. Era adulto
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vio —el pantalón aplastado, la c
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escribía sobre él. Oulipo no sab
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encontró dos copas de champán.
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era capaz de confiar en él, ni de
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Oulipo se despertó solo, abrió la
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—Mucho. Se fueron al baño y cont
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Augusto seguía por allí, de pie j
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¿Qué brujería ejercía sobre él
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Ahora lo veía todo claro, era desp
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Sobre Oulipo pesaba siempre el estr
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—¿Qué significa eso? A Oulipo l
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lancos y bigote recortado pagando e
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Ness empujó una caja hacia un rinc
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gimnasia y le preguntó si Sophie l
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Page 50 and 51: 30 segundos se hundiría un cuchill
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Page 62 and 63: Oulipo empezó a reírse y a llorar
Page 64 and 65: Sophie había decidido abandonar el
Page 66 and 67: —Duérmete ahora mismo —susurr
Page 68 and 69: convencer a nadie. Augusto se sent
Page 70 and 71: —Cabrón... Soy su hermano. —¿
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Page 74 and 75: Janice salió absuelta. —No lo en
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Page 78 and 79: entonces vio un taxi. William los m
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Page 82 and 83: han dicho. —Son siete páginas. S
Page 84 and 85: —Pregúntaselo a él. —Rosa se
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Page 88 and 89: de té. —¡Me estoy planteando es
Page 92 and 93: Oulipo parpadeó para enfocar mejor
Page 94 and 95: silencio repentino. Como si fuese l
Page 96 and 97: —Hace unos años. No ha podido su
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Page 100 and 101: de Sophie. Ness había enloquecido,
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Page 132 and 133: Sophie se había convertido en todo
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