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Jotter [PDF 494 K]

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profundamente ajustada. Pensó en hacerlo con ella, pero tenía mal carácter. ¿Cómo?<br />

Le dijo ella. Oulipo era particularmente hábil, y era la víspera de la inauguración de<br />

su próxima exposición. Eso era un factor significativo. Siempre.<br />

Aquella chica vibraba llena de inquietud. Una técnica bien desarrollada de<br />

control de las inspiraciones y espiraciones puede resultar valiosísima.<br />

Resultaba una paradoja. Por un lado, Oulipo tendía a aislarse, a convertirse en<br />

un universo aparte al que sólo accedían unos pocos escogidos. Por otro, buscaba un<br />

público de masas. Era todo un arte. Tenía una parte espiritual, claro, pero intentaba<br />

olvidarse de ella. Creía en ciertas cosas.<br />

Sophie hablaba poco y bajito, pero siempre era clara.<br />

Oulipo pensó que tenía demasiado tiempo libre, y se fue a pasear por los<br />

suburbios del sur de Londres. Tres días después conoció a un tipo importante. Su<br />

amante estaba embarazada y quería que el tipo importante reconociese la paternidad.<br />

¡Sálvame! ¡Por favor! Le gritaba ella. Oulipo no estaba a favor de la violencia, sólo de<br />

las guerras dadaistas. Creía en su suerte, y en sus ojos, pero la felicidad, tal y como la<br />

conciben la mayoría de los mortales, producía en él el mismo efecto que un vomitivo.<br />

La amante propinó al tipo importante un golpe tan brutal que le saltaron dos<br />

dientes de oro. El tipo importante dijo que le gustaría asistir al parto y le ofreció un<br />

castillo bajo las murallas rojas de París. Aunque en realidad estaba unas millas al sur.<br />

Muy al sur.<br />

Se escuchó un coro de gente que gritaba: ¡Ahí va el imbécil!, luego la voz del<br />

tipo importante, ¡Agarradla, los del metro!, después silencio, y después un barullo de<br />

voces. ¡Aguántale la cabeza! ¡Ábrele las piernas! ¡Cuidado, no la pises! Se casaron, y la<br />

prensa amarilla los persiguió por todas las capitales de Europa, África del norte y el<br />

cercano oriente. Pero cuando el tipo importante envejeció se volvió más exigente. Hay<br />

familias demasiado poderosas, y el incesto está prohibido en nuestras costumbres.<br />

Oulipo se balanceó, y Augusto, que estaba sentado al otro lado, vio su copa de<br />

martini deslizarse lejos de su mano. Arrugó la frente mientras contemplaba de lejos<br />

cómo a su nueva amiguita se le caía la baba mientras hablaba con Ted Watson. Ted se<br />

pasaba la lengua por el labio superior cuando estaba caliente, y la amiguita de<br />

Augusto se lamía el dedo con la puntita de la lengua mientras explicaba que mantenía<br />

relaciones comerciales con un famoso filósofo. Oulipo tenía el cuello erguido y notó<br />

un calambre en la espalda. Se levantó y echó a andar hacia Augusto. En una bandeja<br />

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