Jotter [PDF 494 K]

mantenerse erguido, estaba enfermo. Oulipo lo llevó a un hotel, no tenía nada en
contra de él, pero no estaba dispuesto a llevarlo a su casa. No haría eso, tenía dos
hijas.
La hermana de Augusto se entrometió en el asunto:
—Pobre desgraciado, ¿no había sitio para ti en la cárcel?
En la puerta del hotel los coches se alineaban en doble fila. Oulipo no quiso
quedarse a hablar con la hermana de Augusto. Tenía que hacer la cena. Ella llevaba
siempre una pistola, le daba miedo. Dio la vuelta y se fue hacia su casa.
Sophie tropezó con la mesa y cayó de cara hacia el rincón opuesto dejando
atrás un zapato.
—Hola guapa —dijo Oulipo agachándose y acurrucándose contra ella. Después
de darle una chupada, lo recorrieron leves estremecimientos. Escuchó avanzar a Ness
por el pasillo. Encima de la mesa estaba una camiseta de Augusto manchada de
sangre.
—¡Estúpida, más que estúpida!
—¡Ya está bien!
—Augusto —dijo Oulipo alzando los ojos.
—No te lo quería decir...
—¿Ha estado aquí? ¿Qué quería?
—Algo de comer. Va a morirse.
—Pobre infeliz, lo he visto. ¿Qué ha hecho para que quieran matarlo?
—Le dije que se fuera, pero se quedó inmóvil, incluso dejó de respirar.
—Su hermana es una zorra. Volverá.
—Creo que había bebido más de la cuenta.
Ness entró de un salto en la cocina, se sentó y se puso los zapatos. Sin
detenerse, giró muy deprisa y se incorporó.
—Se había bebido una botella de crecepelo.
—¿Qué le ha pasado?
—Dolor de estómago.
—¿Dónde vive?
—En su hogar dulce hogar. Supongo.
Sophie parecía más joven y más bonita cada día que pasaba. Bueno, tampoco
hay que exagerar, era un poco espacial, nada más.
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