Jotter [PDF 494 K]

entonces vio un taxi. William los miraba sin decir nada, con una sonrisa de maníaco.
El taxista iba escuchando música clásica. Violines. Había unas chicas en mallas con la
cara pintada. William parecía dispuesto a destruir a Oulipo. Era un tío atractivo, de
esos que en las películas llevan una pistola cargada metida en los pantalones.
—Vamos a acabar con esto, no quiero tener problemas contigo.
Oulipo metió a Sophie en el taxi, esperando la reacción de William.
—No me pongas a prueba.
Oulipo se sentó al lado de Sophie y se fueron a casa. Escuchó a William gritar y
volvió a preguntarse de qué lo conocía, pero no consiguió recordarlo. ¿Sabía dónde
vivían y los perseguiría? Supuso que no, simplemente habría vuelto al club.
La casa de Oulipo y Sophie estaba a unos tres cuartos de hora del Clylow Swift.
Oulipo se acercó a Sophie, apestaba a nicotina. A través de la ventanilla del taxi sólo
se veían calles oscuras, y su reflejo, el reflejo de Oulipo y Sophie. El taxista llevaba en
el asiento del copiloto un conejo de peluche, tenía unos ojos rojos brillantes casi
demoníacos.
encuentras.
—¿Qué querías de ese tío? ¿Un baile privado?
—Olvídalo. Vamos...
—¿Qué te ha pasado?
—Era el tío de tu exposición.
—No me acuerdo, cómo no me des más datos...
—Un intelectual del mundo del arte.
—Tienes una mente muy clara teniendo en cuenta el estado en el que te
—No tanto como crees. Estaba en la exposición vestido de rojo y negro. El tipo
de tío en el que sueles fijarte, pero que en el fondo no es muy agradable.
Oulipo abrazó a Sophie suavemente.
—Ven aquí. No me acuerdo.
Sophie lo miró:
—Se llama William y trabaja para Consther, estaba un poco bebido, o drogado,
no sé. Tú también apestabas a alcohol, y en tus ojos brillaban múltiples sustancias.
Entonces vi el espejo. Esa noche. Te vi. Los dos en el espejo. No debería haber abierto
esa puerta. Ya sabes lo que quiero decir.
—Muy bien, ¿estábamos de viaje?
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