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accidentalmente de un tiro a su hermano. Quizás por eso su vida de adulto estaba tan<br />
atrofiada, pero nunca le había aclarado lo ocurrido.<br />
Se precipitaron hacia la puerta del bar. Había una chica de cuello esbelto y<br />
espalda ancha que se pavoneaba con gracia. Allí Augusto exploró mejor su atractivo y<br />
tras una compleja exhibición se entregó a ella.<br />
Oulipo salió del bar y se fue derecho a su casa. Si su enfermedad fuese curable,<br />
ya se habría curado. Ahora entendía por qué los artistas siempre hablan sobre sus<br />
fantasmas; les cuesta cambiar de costumbres, renunciar a las drogas y el dolor.<br />
La mayor parte de los muebles del comedor de su ático procedían de una<br />
cloaca. No era para tanto la cosa, hay cloacas y cloacas. Se rió. Quería pedirle a Sophie<br />
que fuese a verlo. Que fuese... ¿Para qué? La mesa estaba colocada delante de unas<br />
cortinas. Pensó en cerveza, en los dedos mágicos de Sophie, en las estadísticas de<br />
asesinatos, en las conejitas del Playboy, en las argucias de Sophie, en retorcerle el<br />
cuello a Sophie, en sexo y en cómo fabricar una estantería de ectoplasma encantador.<br />
Entonces sintió una repugnancia profunda hacia Sophie.<br />
Por la mañana, subió a un autobús. Le pareció que estaba soñando. ¿Dónde<br />
estaba? No podía luchar él solo contra todos. Se detuvo para beber un trago. Luego,<br />
en el viaje de vuelta, alguien le dijo: ¿Ha pagado? Se llamaba Michelle, se la llevó a su<br />
casa. No tenía llaves para entrar, y no quería llamar al portero. Michelle era fuerte y<br />
bella, y sintió temblar su cuerpo. No todo era tan malo como parecía, pero era<br />
suficiente para un día, según pensó. Los hombres vulgares quieren ser dos y buscan<br />
pareja. Los genios quieren ser uno. Solitarios.<br />
Oulipo salió por la puerta trasera y miró a uno y otro lado. Enfrente había una<br />
explanada rodeada por una cerca. Empezó a andar hacia la izquierda y a temblar bajo<br />
la lluvia. Era astuto, pero poco hábil. Dulce ansiedad. ¿No veía en qué situación se<br />
encontraba? Miró a hurtadillas hacia el portal y vio a Michelle sentada en el suelo<br />
esperándolo. Muy bien. Alzó la mirada hacia ella. No fue capaz. Volvió y fue a pedirle<br />
la llave al portero. Jugaron durante trece horas. Se podría decir que el efecto de<br />
ciertas sustancias en el cerebro humano es el equivalente a aumentar la potencia de<br />
un ordenador de 40k a 1GB. Después se callaron.<br />
—¿Volveré a verte?<br />
—Colgado de una horca.<br />
Gran parte de la nube se disolvió inmediatamente.<br />
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