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Jotter [PDF 494 K]

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Sophie se instaló en Francia, pero en febrero estaba en las islas Salomón.<br />

Mientras, Oulipo estaba en Normandía, y Janice conocía a un tal Gaspar en París.<br />

El catorce de febrero ninguno de ellos estaba en Londres. Augusto sí. Se paró a<br />

saludar a la mujer de Bervell, un personaje obsesionado por la magia. Fue entonces<br />

cuando se produjo lo increíble: la mujer de Bervell era una apasionada de la<br />

informática que conocía a un pez gordo del gobierno. Le había robado unos informes<br />

trimestrales mientras adiestraba a su perro. El martes siguiente los informes estaban<br />

en manos de un general iraquí.<br />

La mujer de Bervell se sentía abandonada y asqueada, no con su esposo, con su<br />

país. Pero no se dejó abatir por ello, sacó una buena tajada y se fue a vivir a China.<br />

Augusto lo sabía todo, pero no dijo nada.<br />

Oulipo empezó a deshacerse uno tras otro de todos los muebles de su casa, y<br />

después de todo lo demás. No quería ver nada que le recordase a Sophie. Estaba<br />

muerta. Muerta y enterrada. Encima de la mesilla de noche había una lámpara que<br />

Sophie había traído de Tierra Santa. Un collar de Albania. Una blusa japonesa.<br />

El piso quedó vacío.<br />

Sophie vio a una niña comiendo un croissant y se acordó de su lámpara de<br />

Tierra Santa. Llevaba una blusa de seda negra que le sentaba muy mal. Había<br />

renunciado definitivamente a la felicidad y cada vez tardaba más en escribir. Ness<br />

decía que quería ser bailarina de cabaret.<br />

Oulipo se instaló en otro piso. A veces bebía tanto que al despertarse no sabía<br />

cómo había llegado a casa. Había llegado a las siete y media de la mañana. Salió a<br />

comprar el periódico y fue a leerlo a Hyde Park. Allí estaba Sophie, en la página 46.<br />

No pudo soportarlo. Pensó que en realidad no estaba enamorado de Sophie; estaba<br />

enamorado de sí mismo.<br />

tenían éxito.<br />

Janice estaba sentada delante de su escritorio, haciendo cálculos. Los billares<br />

Los meses siguientes fueron para Oulipo los más difíciles. Un crítico suizo<br />

empezó a boicotearlo. Era un hombre alto y fuerte al que Oulipo había visto una vez<br />

en una agencia de publicidad. El suizo estaba locamente enamorado de Sophie. Era<br />

un tanto desconcertante. Inverosímil.<br />

Antes de morir, la abuela de Oulipo le había dicho: “Algún día descubrirás lo<br />

que debes hacer”. Oulipo había fingido sentir todo lo que le había hecho a Sophie y le<br />

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