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Jotter [PDF 494 K]

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Sophie miró por el balcón y se sentó. Estaba agotada. Pensó que ella nunca<br />

había sido una víctima inocente de las idas y venidas de Oulipo, ¿acaso no somos<br />

siempre nuestro propio verdugo? Ella sabía que en su relación fallaba algo, aunque<br />

nunca había sido capaz de explicarlo con palabras; algo duro de aceptar para una<br />

escritora. Quizás todo lo que había pasado no significaba nada, ¿para qué empeñarse<br />

en encontrar interpretaciones? En realidad, su amor no significaba nada, sólo lo que<br />

ella se había empeñado que significase. ¿Por qué había perdido tanto tiempo con una<br />

relación tan absurda? ¿Cómo había podido ser tan imbécil? ¿Por qué no podía dejar<br />

de pensar en él? El dolor, la enfermedad... Se había entregado a él, se había<br />

obsesionado con él, y ahora lo evitaba, una señal inequívoca de que seguía existiendo<br />

un problema. Se sentía incompleta sin Oulipo. Un disparate. Incoherencias.<br />

Oulipo estaba a muchos kilómetros de Sophie, al otro lado del océano,<br />

sintiéndose también incompleto y pensando en la equivalencia de los caracteres<br />

contradictorios. Sophie y él eran tan diferentes... Pero eran tan diferentes porque<br />

eran iguales; compartían las mismas carencias, los mismos miedos. En un intento de<br />

huir de sí mismos, y del resto del mundo, habían cogido el mismo camino, pero en<br />

direcciones opuestas. A menudo pensaba en ellos como las dos caras de la misma<br />

moneda. La cara y la cruz, el sol y la luna, esto y su contrario, que forman un todo: la<br />

unidad. Luchar contra Sophie era como luchar contra sí mismo.<br />

¿Había tomado alguna vez la decisión correcta? Decidir es la mayor de las<br />

torturas, porque nunca puedes escoger las dos posibilidades, siempre hay que optar<br />

por una, incluso cuando optas por no hacer nada, no deja de ser una decisión. Pero<br />

podía haber elegido lo correcto, o lo más honesto, en lugar de querer tenerlo todo<br />

para no tener nada. Aunque, ¿qué es lo correcto? ¿Acaso los adjetivos no son tan<br />

arbitrarios como la gramática? Las palabras no significan nada, sólo son un truco<br />

barato con el que intentamos dar forma a lo inexplicable.<br />

Hacía diez años, Oulipo y Sophie vivían en un sexto piso de la calle Byward,<br />

pero ya no eran los mismos, afortunadamente, quizás. En aquel entonces, ella clavaba<br />

sus ojos en los suyos cuando ya no era capaz de seguir aguantando la situación. Él<br />

sentía un extraño sentimiento de culpabilidad, pero prefería vivir en su mundo<br />

imaginario. Las lágrimas de Sophie no eran más importantes que la lluvia de<br />

Londres, aunque sí más insistentes si cabe. En aquellos momentos, Oulipo deseaba<br />

que los ojos de Sophie fueran mecánicos, o que ella fuese algún tipo de ingenio<br />

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