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marcaba las once y veinte. Ness chillaba. Sara seguía sin querer moverse. Ness quería<br />
hacer alguna proeza.<br />
—¡Venid, venid!<br />
Oulipo escribía en su cuaderno, hacía todo lo posible por parecer indiferente.<br />
Ahora todo estaba en silencio. Ness se había quedado dormida en la toalla. Sara<br />
estaba realmente enfurecida, estrujaba a su madre mientras miraba de reojo las olas.<br />
No le gustaba el mar. Lo contemplaba pero no quería acercarse. Había algo que se lo<br />
impedía en su cerebro. Oulipo la miró.<br />
—¿Qué pasa? —preguntó.<br />
—No tengo por qué decírtelo.<br />
—Sara no quería ni mirarlo, empujaba a Sophie hacia el coche, estaba excitada.<br />
—El coche está cerrado.<br />
Sara no dijo nada. Nada.<br />
Ness se volvió hacia su hermana.<br />
—Tú. ¡Deja de llorar! Tus gritos se oyen desde aquí abajo.<br />
Sara se calló. Sus ojos relumbraban, pero no parecía aliviada.<br />
Sophie se echó a reír. En aquel momento apareció un hombre. ¿Quién era? Iba<br />
con un perro muy desagradable. Era un loco que quería hacer un trueque. Un<br />
cuchillo, por el coche.<br />
raro.<br />
perro?<br />
—Sólo intento ayudarles. Lo he encontrado entre unos huesos de plástico. Es<br />
Oulipo se quedó mirando el cuchillo. El hombre tenía el pelo corto y rubio.<br />
—Quiero que se lo queden. Era de mi hermana. Es valioso. ¿Les da miedo el<br />
Era una bestia, nadie se atrevería a tocarlo.<br />
—Yo sólo intento ayudarles.<br />
El perro corría entre los árboles. El cuchillo brillaba como un diamante. El<br />
hombre tenía un tatuaje de una boca azul.<br />
esta tierra.<br />
—Solo intentaba... —buscó un cigarrillo en el bolsillo y cerró los ojos —. Amo<br />
El hombre se metió el cigarrillo en la boca. El perro gimió. Tenía el pelo<br />
pintado de verde y violeta (el perro).<br />
—¿Le pasa algo? —preguntó Oulipo.<br />
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