Jotter [PDF 494 K]

whisky, le estaba haciendo muchas preguntas.
—Es una historia inverosímil. ¿Tienes tiempo para comer algo?
Laura usaba gafas.
—Un crimen terrible.
—Soy una tumba.
Laura se bebió la cerveza.
—Iba en un autobús a Arizona, con un boxeador chileno.
—¿Un boxeador profesional?
—No, un tal Flores, no era nadie. Lo estranguló con una corbata durante los
prolegómenos de un combate. Un periodista lo vio matarlo. Un irlandés borracho,
pero era un tipo civilizado. Lo observó desde una esquina y escribió un reportaje. Un
gran reportaje.
—No estaba al corriente.
—Me dijo que fue una muerte rápida.
Laura tenía el pelo muy rubio.
—¿Tienes hambre?
—He vomitado. Ayer cené en un restaurante con dos periodistas americanos.
De Nueva York. Les interesaban mucho los deportes.
Laura tenía los ojos llorosos.
—Hoy Rosa estaba de cumpleaños.
—¿Qué hora es?
—Las tres.
El rector subió las escaleras y salió por la parte de delante. Tenía el pelo largo y
completamente blanco.
El novio de Laura le había traído un collar de perlas. Era taxista y tenía una
hija. Era marroquí.
A esas horas el bar era un espectáculo. El camarero estaba viendo la tele. A
veces volvía la cabeza. Desde la cocina llegó la voz de su mujer, que preguntaba si era
hora de irse a casa. Se oyeron risas de niños.
Dos días después, Laura fue asesinada. Su cuerpo no presentaba indicios de
violación. La encontraron envuelta en unas cortinas raídas, con las uñas pintadas.
Una navaja o un cuchillo. Iba vestida con unos pantalones sucios. Un bate de béisbol.
Llevaba unos zapatos rojos. El principal sospechoso del asesinato era el rector, pero la
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