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el periódico y hablaban de ti. Ya sé que yo no tenía nada que ver, pero ya sabes... Al<br />
final me fui esa noche.<br />
Decididamente, la felicidad reside en la mentira. Cualquiera que exija la<br />
verdad está condenado a vagar por el desierto.<br />
—Ya sabes cómo es esto, intentas explicar lo que ha pasado y después todo se<br />
va al demonio. Los periodistas querían hablar conmigo. Lo resolví. Se quedaron<br />
entusiasmados con mis respuestas. Desde aquel día me tratan de otra manera.<br />
Augusto sólo le parecía peculiar cuando no se sentía a gusto con él. O, dicho de<br />
otra manera, Oulipo estaba ya andando hacia el coche cuando vio a dos perros<br />
meando en la misma farola.<br />
Hasta el día del arresto, Augusto siempre se había salido con la suya, pero<br />
había acabado cayendo por el amor de una mujer. Sólo las drogas lo salvaron de la<br />
desesperación y la muerte. Pero es una larga historia que creo que os aburrirá.<br />
Oulipo intentaba ser amable con Mu, la pobre estaba lejos de su familia,<br />
pensaba. Intentaba portarse bien con aquella jovencita de grandes ojos rasgados.<br />
Tiene algo raro, le dijo una vez a Augusto, deben ser esos ojos rasgados tan grandes.<br />
Son ojos de koala estreñido. Augusto se rió. Mu era una mentirosa, pero mentía bien.<br />
Una noche, Oulipo estaba con Augusto y su bienaventurado veneno, y este le dijo con<br />
desprecio: “No entiendo por qué un hombre racional e inteligente usa medios<br />
artificiales para llegar a la beatitud artística, cuando el entusiasmo y la voluntad<br />
bastan para tener experiencias supranaturales.<br />
Oulipo estuvo de acuerdo.<br />
Toda aquella historia con Mu había empezado en marzo, hacía unos seis años.<br />
Después, Augusto se convirtió en un cadáver, en un inmóvil desecho, en un no<br />
muerto.<br />
Fuera la luz era tenue. Aunque la luz siempre es buena, por poca que haya.<br />
Algunas personas de aquí, de Londres, mantienen las luces encendidas durante todo<br />
el día por miedo a quedarse a oscuras. Acaban ahorcándose o cortándose las venas.<br />
En esta ciudad hay muchos muertos, se escuchan voces quejumbrosas entre las<br />
ruinas, se oyen gritos desde los tejados. A veces Oulipo estaba dispuesto a salvarlos a<br />
todos, otras veces se quedaba pálido como la muerte y extendía sus manos<br />
temblorosas hacia el cielo.<br />
Por alguna razón, empezó a pensar que Augusto era grotesco. Cada vez que le<br />
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