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A veces a Oulipo se le escapaba que hacía que la gente se sintiese incómoda.<br />
Volvió a su casa, atravesando el jardín. Como no vio al portero, resolvió entrar tal y<br />
como estaba, de lo más patético.<br />
Augusto sería un desgraciado durante toda su vida, había muerto en cuanto<br />
había nacido. No es que fuese un criminal, pero le gustaba sumergirse en ríos de<br />
sangre. A Oulipo se le pusieron los pelos de punta ante la idea de tener a semejante<br />
ser por amigo; tenía alguna desviación anómala. Ahora le había dado por trabajar<br />
cavando fosas, decía que para enterrar bien a los muertos, porque le extrañaba<br />
mucho que la gente llorase tanto por un acto tan insignificante.<br />
Desde hacía casi cuatro años, a Oulipo le gustaba tomar pastillas para dormir.<br />
Entró en la cocina, había un olor nauseabundo, especialmente para un amante de los<br />
perfumes caros. ¿Qué había soñado esa noche? Rayas. Agujas hipodérmicas. Una<br />
catedral. Un lago. Y un coche plateado.<br />
Esa tarde había conocido a una tal Celia, una chiquilla de Kesey que dibujaba<br />
carteles psicodélicos. Vivía en Estados Unidos, en San Francisco. Iba de vez en<br />
cuando por el Browning y llevaba siempre una caja de cartón bajo el brazo.<br />
Celia se dibujaba a sí misma decapitada, apuñalada, ahorcada, electrocutada,<br />
carbonizada, cortada en mil pedazos, estrangulada y gaseada.<br />
—¿Y después? —preguntó Oulipo.<br />
—Nada más.<br />
Celia sacó un mantel de picnic de la caja de cartón, lo puso sobre la mesa y lo<br />
cubrió de conchas. Llevaba gafas de sol y estaba bronceada. Eran las 16:25 de una<br />
tarde de domingo. Entonces entró Jasper, un modelo, con su novio pelirrojo. Jasper<br />
se llevó las manos a la cara al ver a Celia, y después se agarraron un pedo<br />
impresionante.<br />
Celia, Jasper y el pelirrojo no quitaban los ojos de la pantalla de la tele. Jasper<br />
apretó a Celia contra su pecho. Ella dio un leve respingo y trató de disimular su<br />
incomodidad. El pelirrojo estaba contento, miró otra vez a la pantalla y después salió<br />
corriendo.<br />
Celia se volvió con indolencia e inspeccionó el bar. El decorado de estuco, las<br />
tres ventanas con cortinas moradas, el pequeño jardín trasero. Oulipo lanzó una<br />
mirada furtiva a Jasper.<br />
—¿Te interesa la fisiología?<br />
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