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ABRIR TOMO II VOLUMEN I - Universidad Complutense de Madrid

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1680<br />

el <strong>de</strong> su hijo serenísimo señor nuestro Felipe IV, príncipe<br />

esclarecido y amabilísimo y adornado <strong>de</strong> cuantas partes admisibles<br />

pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>searse; y algunos han sido <strong>de</strong> parecer que el dictamen<br />

<strong>de</strong> que no se continuasen las treguas se <strong>de</strong>spreciase y se rompiese<br />

la guerra, luego en entrando en el gobierno; y <strong>de</strong> allí introducir<br />

la interpresa <strong>de</strong> la Valtelina, y luego la guerra <strong>de</strong> Mantua, <strong>de</strong><br />

don<strong>de</strong> se originaron luego todos los <strong>de</strong>más empeños con Francia;<br />

y fue la tercera disposición a la caída <strong>de</strong> la Monarquía.<br />

Para esto pon<strong>de</strong>ran cuánto conviene a los príncipes entrar<br />

en paz en sus reinos y conservarla por algunos años; hacer<br />

tesoro, prevenir fuerzas y todo lo necesario para hacer guerra<br />

con reputación, porque entrar sin esto en ella, es exponerse a<br />

per<strong>de</strong>r su monarquía, y más cuando el poco crédito <strong>de</strong> las treguas<br />

no podía imputarse al gobierno que las prosigue, sino al que las<br />

formé. Ésto, y seguirse el dictamen <strong>de</strong> gobernar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la silla<br />

<strong>de</strong>l imperio y los vicios públicos que han ido creciendo y la<br />

perdición <strong>de</strong> la real hacienda, han empeorado lo público sin<br />

bastar las virtu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> tan gran<strong>de</strong>s reyes para conservar ni<br />

<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r sus reinos con aquellos buenos sucesos que pedía la<br />

justificación <strong>de</strong> su causa.<br />

El dictamen <strong>de</strong> que habiendo guerras no salga el príncipe <strong>de</strong><br />

la Corte contra los ejemplos <strong>de</strong> los señores Fernando el Católico,<br />

Emperador Carlos V, Felipe <strong>II</strong> y Felipe IV, tiene más dificulta<strong>de</strong>s<br />

que respuestas. Lo primero, porque en materia tan grave como la<br />

<strong>de</strong> la guerra ningún príncipe ha <strong>de</strong> cuidar <strong>de</strong> manos y ojos ajenos<br />

para ver y obrar lo conveniente a su corona; y más cuando la<br />

guerra ar<strong>de</strong> <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l reino y lo pue<strong>de</strong> hacer sin arriesgar su<br />

fuerza cuando los movimientos <strong>de</strong> guerra comienzan en Provincias<br />

y entre vasallos suyos, don<strong>de</strong> su autoridad, su jurisdicción, su<br />

mano, su rostro y su presencia, lo quieta todo en un instante y<br />

se previene lo que, <strong>de</strong>spués, tar<strong>de</strong> pue<strong>de</strong> quietarse. Lo tercero,<br />

porque en la presencia <strong>de</strong>l rey en la guerra los vasallos se<br />

animan y los enemigos se <strong>de</strong>saniman. Lo cuarto porque da<br />

satisfacción y <strong>de</strong>fensa con ver que se acerca a ella su rey en<br />

quien todos tienen puestos los ojos y las esperanzas. Lo quinto,

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