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ABRIR TOMO II VOLUMEN I - Universidad Complutense de Madrid

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1524<br />

poner el pie en Aragón. Y si alguno tal vez le pone, es por<br />

precisa necesidad, pero con tanto horror, como si en cada mata<br />

se ocultase un áspid.<br />

Otros reinos tienen Guardas, pero aunque tal vez registren<br />

es sólo en la entrada, y por todo el camino va seguro, sin que<br />

haya quien le inquiete, ni le diga palabra hasta la salida. Pero<br />

nuestro reino, aunque haya satisfecho sus <strong>de</strong>rechos hasta el<br />

último cuadrante, a cada paso le salen Guardas, y aunque le <strong>de</strong>n<br />

<strong>de</strong> barato el no reconocerle, no evitan los sustos, porque ver<br />

unos hombres con sus arcabuces que se le cruzan al camino, lo<br />

primero que ocurre a los caminantes, es si serán ladrones, y<br />

muchas, o las más veces no se engañan.<br />

Esta es intolerable pesadumbre, pero no es la mejor la <strong>de</strong><br />

los Peajes, porque estos son unos <strong>de</strong>rechos que están divididos<br />

entre algunos señores y particulares, a más <strong>de</strong>l <strong>de</strong> su majestad,<br />

y como estos están tan esparcidos por todo el reino, tiene a cada<br />

paso un inevitable peligro. Pues supongamos que un pasajero ha<br />

hecho en Zaragoza sus <strong>de</strong>rechos y va advertido <strong>de</strong> que en La Muela<br />

ha <strong>de</strong> hacer Peaje, hácelo así, anda hacia La Almunia su camino,<br />

y no sabiéndole muy bien, tal vez se <strong>de</strong>svía <strong>de</strong> él y toca en los<br />

términos <strong>de</strong> Épiía, sálenle los Guardas <strong>de</strong> aquel Peaje, y porque<br />

pisó aquellos términos sin haber satisfecho aquel Peaje, le<br />

embargan cuanto lleva por frao, y sin más malicia que la que se<br />

<strong>de</strong>ja conocer.<br />

Estas lastimosas tragedias suce<strong>de</strong>n frecuentes en diferentes<br />

parajes <strong>de</strong>l reino, siendo cada Peaje un oculto cepo en que caigan<br />

miserablemente incautos los caminantes. Es tan envejecido achaque<br />

el enfadoso trato <strong>de</strong> los Guardas, que el padre Arriaga en el tomo<br />

4, discurso 22 sect.2 , subsec. 1 n<br />

0 10, como muy escarmentados<br />

<strong>de</strong> ellos en el viaje en que para ir a Roma pasó por este reino,<br />

af ea y culpa ásperamente la importunidad <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>rechos y<br />

Guardas.<br />

Siendo este acci<strong>de</strong>nte tan dañoso a la negociación y salud

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